• 27/01/2024 00:00

Miró Rubini y la acción de Corpaguaico

El mariscal Sucre, lugarteniente de Bolívar, consideró medular el apoyo y la coordinación con los montoneros patriotas, por lo que, además del general Miller, escogió al panameño José Antonio Miró Rubini, capitán de 32 años del Batallón Vargas, para esa tarea

Durante las guerras de independencia “los montoneros conformaron las fuerzas militares irregulares del ejército patriota, en la lucha contra los españoles, daban informaciones exactas sobre el enemigo, actuaban como logística del Ejército Libertador. Proveían de alimentación, curaban a los heridos y participaban en la lucha sorpresiva de cuerpo a cuerpo contra el enemigo, bloqueando sus objetivos militares y sobre todo mermando la moral del ejército realista” (Quiroz, 2014, citado por Ramírez, 2019).

El bicentenario de las batallas de Junín y Ayacucho (1824) avivó el interés por ese período histórico particular que constituye, desde el punto de vista político y militar, un hito en la conformación de las nacientes repúblicas sudamericanas de principios del siglo XIX. Uno de esos aspectos es la forma de participación de la población indígena en el proceso independentista cuando el Libertador Bolívar arribó al Perú en 1823. El concurso de las poblaciones autóctonas —en proyectos separatistas propios o asociados con criollos— registra una marcada presencia en el virreinato peruano desde el levantamiento de Túpac Amaru II en 1780. Hacia 1821, sus combatientes engrosaban las filas de los ejércitos en liza y los que no estaban enrolados se desplegaban —en uno y otro bando— en milicias irregulares conformadas por paisanos originarios de una misma región.

Lima había sido retomada por las fuerzas del rey por segunda vez, lo que obligó a Bolívar a establecerse en Trujillo, al norte del país, para reorganizar sus fuerzas y desplegar una campaña en la sierra central del Perú. “Los realistas estaban posicionados en el centro del territorio: Monet en Pampas, con el batallón Arequipa y 400 hombres; Rodil y Lóriga con el Estado Mayor y 500 efectivos en Huancayo, más 200 jinetes de los Húsares y el Batallón de Infantería con 200 en Jauja; Rubín en Mito con 50 hombres, el segundo batallón imperial en Chupaca con 200, el comandante Lira en Chongos con 200 montoneros pro-realista” (Ramírez, 2019). Nudo gordiano que habría de neutralizarse si se deseaba asegurar el avance de las huestes patriotas.

El mariscal Sucre, lugarteniente de Bolívar, consideró medular el apoyo y la coordinación con los montoneros patriotas, por lo que, además del general Miller, escogió al panameño José Antonio Miró Rubini, capitán de 32 años del Batallón Vargas, para esa tarea. Miró Rubini, diestro caballista, era un conocer de equinos y fue esa habilidad la que le permitió construir lazos y entenderse rápidamente con los líderes indígenas que dirigían a estas milicias que usualmente se desplazaban en cabalgatas de cientos de jinetes. Aunque no hay testimonios de ello, es muy probable que Miró Rubini aprendiese nociones de quechua para cumplir con su labor.

En los preparativos de lo que más tarde sería la batalla de Junín (6 de agosto de 1824) “las partidas de guerrilleros intensificaban su labor de vigilancia en los pasos estratégicos, así como de espionaje en Ancash, Huánuco, en Oyón, Canta, San Mateo y Huarochirí” (Ramírez, 2019). Por línea de comando, estas actividades eran reportadas a Miró Rubini y, éste, a Miller, correspondiéndoles a los montoneros asegurar el control de la zona que iba a recorrer el ejército libertador. A estas tropas irregulares se les asignó también el resguardo del ganado y de todas las bestias para alimentación y transporte de las huestes patriotas, el oficial de enlace responsable de esas coordinaciones fue nuevamente Miró Rubini. “Sucre ordenó que se abastezca de municiones a las guerrillas y las que estaban en [el poblado de] Reyes, al mando de [José María] Fresco [líder montonero], pudieran con su jefe el comandante Peñaloza {oficial de línea}, cuidar del ganado para que no caiga en manos del enemigo” (Ramírez, 2019).

La acción de Corpaguaico dirigida exitosamente por Miró Rubini que impidió que la vanguardia del ejército del Rey cruzase ese río tres días antes de la batalla de Junín, contó con la intervención de una compañía de 120 soldados patriotas y, aunque el parte de batalla no lo precisa, el apoyo de un número bastante mayor de montoneros leales. Hecho bélico que tiene una anécdota donde Miro Rubini —que como hijo de su tiempo creía en el honor y en el valor— mostró su agradecimiento al jefe montonero Lozano entregándole su propio caballo, lo que éste respetuosamente no aceptó diciéndole que lo necesitaría para seguir conduciéndolos.

Coronado (2006) afirma que “los montoneros en esta gesta no tenían una propuesta política y económica, solo buscaban reivindicaciones étnicas, culturales y de justicia social ante el abuso de los gamonales”, el mismo investigador, cuatro años después, sentenciará “que fueron demagógicamente persuadidos de luchar por los intereses de las élites criollas”. Seducción que produjo un vacío de información y que se evidencia en las dificultades para encontrar las fuentes idóneas para estudiar bajo nuevas ópticas este apoyo rural indígena.

El autor es embajador peruano
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