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- 25/10/2017 02:02
Las palabras mueven, pero el ejemplo arrastra
En cada palabra de este artículo que comparto hoy con ustedes hay un temor muy grande por el rumbo que está tomando nuestra sociedad. En los últimos días hemos visto cómo las personas han decidido resolver sus diferencias en la calle a punta de golpes. Ya no importa el sexo o la edad, todo lo resolvemos con los puños, sin importarnos las consecuencias que esto pudiera tener para los protagonistas ni para sus familiares. El crimen de dos policías en cumplimiento del deber y el incendio en la cárcel de David de manos de los propios reclusos.
¿Creen ustedes que esto es normal en nuestro país y que no debemos preocuparnos por todo lo que está sucediendo? Bueno, yo ya no puedo seguir como un mero observador de todas las cosas que están pasando en el país y me dispongo a iniciar una cruzada. Aún no sé si tenga éxito, ya que hemos dejado que el cáncer se extienda por todo el cuerpo hasta llegar a niveles de metástasis en algunos sectores del país.
Debo reconocer que soy un hombre lleno de defectos, pero eso no me impide iniciar esta lucha para legarle a nuestros hijos un mejor Panamá.
Hay que trabajar inmediatamente en nuestros muchachos, sin importar la clase social a la que pertenezcan, pero también hay que atacar el problema en el hogar. Pero debemos tener claro que, antes de corregir a los propios hijos, debemos estar muy atentos nosotros para no faltar o equivocarnos en aquello mismo que corregimos a los demás; y, por tanto, el que corrige ya se trate de un educador y, con mayor razón, de un padre de familia, debe hacerlo primero con el propio testimonio de vida y ejemplo de virtud, y después también podrá hacerlo con la palabra y el consejo.
Nunca mejor que en estas circunstancias hemos de tener presente el sabio proverbio popular de que ‘las palabras mueven, pero el ejemplo arrastra'.
Las personas, sobre todo los niños, adolescentes y jóvenes, se dejan persuadir con mayor facilidad cuando ven un buen ejemplo que cuando escuchan una palabra de corrección o una llamada al orden.
Panamá es un gran país, pero pareciera que nos hemos trazado el firme propósito de destruirlo poniendo cada uno de nosotros nuestro granito de arena para alcanzar ese objetivo.
Hace meses vengo observando con mucha preocupación la conducta de muchos de nuestros estudiantes en los centros educativos del país. A mi WhatsApp llega de todo, jóvenes teniendo sexo en las escuelas, entre ellos o con adultos, estudiantes del mismo sexo besándose en el aula de clases, estudiantes peleando cual animales salvajes e incluso imágenes de estos menores consumiendo drogas. De manera responsable siempre he enviado estas imágenes al Meduca para que se tomaran los correctivos necesarios. En la última semana el tema de la violencia en estudiantes de algunos colegios me llevó a tomar la decisión de hacer públicos estos vídeos en redes sociales, con el único propósito de generar un debate en la sociedad sobre esta situación que nos está reventando en la cara y parece no importarnos. Hay panameños que pretenden tapar el sol con una mano y decir que se trata de casos aislados, de situaciones que siempre han existido, que por ser menores no deben divulgarse, que la culpa de todo es de los medios, del Gobierno, de la policía, etc.
Bueno, señores, lamento decirles que los únicos responsables de todo somos los padres de familia. Hace tiempo viene sonando y cada vez con más fuerza la alarma por el desmesurado crecimiento de los hogares disfuncionales, hijos sin padre o madre, criados por un familiar cercano que no tiene mayor autoridad sobre ellos.
No culpemos a los demás de nuestros errores, educar a un hijo es el único trabajo para el que no se ha inventado un manual. La mayor parte del tiempo se aplica lo que conocemos como ensayo y error, pero de algo sí estoy seguro y es de que, si usamos el Amor y a Dios como pilares fundamentales en la crianza de nuestros hijos, el escenario sería totalmente diferente.
Invito a Meduca, Mides, Senniaf, Salud, clubes cívicos, iglesias del país a sumarse a una cruzada encaminada a rescatar a nuestros muchachos de las garras del mal ahora, ya que cuando sean adultos quizás ya sea demasiado tarde. ¿Para qué tantos rascacielos y obras de infraestructura en un país donde cada día que pasa las bigas de la sociedad, representada en la familia, se debilitan más y más?
PERIODISTA