• 31/10/2013 01:00

‘Música para las fieras’

‘Hay una razón poética que rige los precipicios: una música que entiende ese sonido de las fieras que nunca se consume, sino que se cons...

‘Hay una razón poética que rige los precipicios: una música que entiende ese sonido de las fieras que nunca se consume, sino que se consuma’, G. Benedetti, ‘Música para las fieras’.

Giovanna Benedetti ha sido galardonada con el Premio Nacional de Literatura Ricardo Miró 2013, por su deslumbrante poemario Música para las fieras. Presentó su poemario al Concurso Nacional de Literatura Ricardo Miró Sección poesía, bajo el seudónimo Asclepio, dios de la Medicina y curación, venerado en la Grecia antigua, conocedor de la botánica y las hierbas medicinales.

Giovanna, sabia diosa de la poesía, Música para las fieras encanta, seduce, embruja, cura, atraviesa, renueva, encandila. Es también un canto de protesta contra la codicia, gobiernos totalitarios, la sociedad de consumo: ‘La piel de los verdugos no se quema’.

Lírica plena de misterio, genio, cultura, atesora una prosa irreverente, cristalina, musical, encantadora. Abogada, modelo de inteligencias múltiples, destaca como escultora, pintora, poetisa, ensayista, escritora comprometida, idónea en todos los géneros, intelectual de primera, mujer fuera de serie. Abuela, madre consagrada, vive en Europa rodeada de un rico ambiente cultural. Versada en numerología, abundan códigos secretos, universos paralelos, metáforas, mitología y psicología analítica: ‘Se hablará de encantamientos, que hubo pacto maleficio’. Obra culta, de gran erudición y belleza, bien lograda. Su lectura presupone un deleite y un reto intelectual.

Brillante poeta, conoce a fondo todas las reglas y poderes ocultos de la magia poética. Su enigmática poesía llega a lo más profundo, como la obra de Fernando Pessoa, el más grande de los poetas lusitanos o Las flores del mal de Charles Baudelaire.

Leerla es un deleite: ‘El placer refinado es siempre lento (como la tibia elegancia de un apacible hastío)’.

Una presencia, la de la filósofa española María Zambrano, planea sobre la obra de Giovanna ya desde el epígrafe: ‘Se abre la música solo en algunos lugares inesperadamente’, y nos conduce por los caminos de esa ‘razón poética’ que formuló la gran pensadora del siglo XX.

La poesía, dice María Zambrano, ‘es respuesta, mientras que la filosofía es pregunta. El poeta llega antes a la verdad que el filósofo. Y las respuestas hacen al mundo mucho más amable y más seguro’.

La obra se divide en cuatro libros: I. Música para las fieras (poema en quince cantos); II. Tentación de los abismos; III. Jardines evanescentes; y, IV. Nudos y maromas.

El primer larguísimo poema comienza así:

‘De estas épocas apenas reveladas

se dirá que no había acuerdo entre nosotros, los insomnes.

Que cada quien vivía el pronóstico del día sobre la víspera;

que pasábamos de la noche al cuerpo, sin ser vistos;

que nos ganaba la costumbre de esperar la lejanía

y que flotábamos como objetos no asidos a la tierra

con el eterno resplandor de una mente sin recuerdos’.

‘Pensarán que inventábamos países de juguetería

calcando en relieve mapas de territorios prohibidos.

Que redondeábamos los riscos de coral, los farallones

con crípticas arboladuras, por imposibles dominios.

Y se nos hará lucir las galas de los amantes vencidos

acusados de una suerte de incoherencia delictiva:

de hacernos guiños falsos en la paradoja del olvido

atrapando las caricias subitáneas del desvelo

que se caen de su estatura

y no se quiebran’.

En lo que sigue, encontramos versos como estos:

‘Quizás nunca supimos que la noche tiende al caos

y que esos cristales de luna siempre sugieren tormenta’...

‘Esa sed que se decreta en cumplida perspectiva

y resbala por la piel de los sentidos hacia adentro;

con el pulso cabildero de una lámpara salina,

en la que todo termina por comenzar de nuevo’...

‘En la terca vecindad del aguacero

—donde la lluvia es la lluvia y se queda para siempre—

aprendimos a llamar por sobrenombre a las tristezas;

enmascarando los recuerdos con el serrín del habla

cuando en los patios mojados amanecían los heliotropos

que se erguían para secarse alrededor de las ventanas

por donde mirábamos aparecer los truenos’...

‘En esas horas siguientes a la danza

(cuando la marea está aún alta)

y la cáscara que envuelve los perfiles manuscritos

va tomando posesión de un macilento zumo pardo

—un ser sin ruido me persigue por todas las estancias

agregando en cada ronda adjetivos al silencio.

Y va corriendo de puntillas para no ubicar su rastro,

como un gran inquisidor

que pasa en ruta hacia otras plazas asperjando maldiciones, basiliscos y tormentas’...

‘A veces pasan siglos entre dos atardeceres

y una sola sombra larga se convierte en firmamento.

Pero una sombra no es la noche, y aún si se desborda

en la noche las estrellas se constelan en caminos’.

PSICÓLOGA, ESCRITORA Y DOCENTE UNIVERSITARIA.

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