• 12/03/2014 01:00

‘Prohibido olvidar’...

Prohibido olvidar... y... ¡hacerse de la vista gorda! Hace unos días puede ver por las redes sociales uno de los tantos cibernautas cues...

Prohibido olvidar... y... ¡hacerse de la vista gorda! Hace unos días puede ver por las redes sociales uno de los tantos cibernautas cuestionando la decisión de Gerardo Solís de unirse como independiente a la nómina de Juan Carlos Navarro, mientras criticaba a una queridísima amiga su decisión de acompañarlo en esta nueva fase de su campaña política. ‘Prohibido olvidar, recuerda lo que pasó en 1989’, le decía parafraseando a nuestro recordado Billy Ford.

Este, como muchos otros ciudadanos, al parecer no entendió las palabras de Billy, no solo debemos recordar lo sucedido en 1987, sino aprender de ello y leer la historia istmeña para saber q ue antes del golpe militar hubo, al menos, siete golpes civiles usando la Asamblea y la compra de votos para birlar la voluntad popular, que atrocidades combinadas con muertos, torturas, desaparecidos e impunidad no requieren un uniforme para cometerse.

La democracia puede ser pisoteada por botas o zapatillas de igual forma. Don Billy lo entendió y tan temprano, como febrero del 2010, daba a conocer en un medio televisivo su inquietud ante las acciones que estaba tomando el actual gobierno, aceptando algunas similitudes con la época de 1968, en la que había un deterioro político. Sobre nuestro gobernante exclamaba: ‘¿Quiere el puesto para mandar?’. Pregunta más para ser meditada, que contestada, a las que siguieron ‘¿Cómo se utiliza el poder?’. ‘Acumula poder ¿Para qué?, Si lo que se quiere es servir al país, está bien, pero si solo se está buscando dominar no lo acepto’.

Con respecto al caso Ana Matilde Gómez, expresaba ‘si ella ha cometido algún delito, justifíquenlo, pero no estoy de acuerdo con la forma como la Corte ha actuado, ni muchos otros que están apadrinando todo esto, me imagino que para complacer al presidente’, acotó preocupándole la renuncia del fiscal electoral. Hay que perseguir el delito y una vez que se da con el delito se persigue al delincuente, pero ahora se está persiguiendo a las personas y luego se busca cómo se les puede encausar, agregaba. Criticaba también que en el plano económico se diera un ajuste en el salario mínimo y de inmediato un aumento impositivo.

‘No hay peor enemigo de la democracia que un estómago vacío’, decía preocupado.

Por supuesto, ya no nos acompañaba en esta tierra para opinar como se escogía al nuevo fiscal electoral, luego a los magistrados de la Corte Suprema, tampoco pudo ver las consecuencias de la Ley 30 o ley chorizo, cuya represión a miles de indígenas, obreros, estudiantes y ciudadanos civiles retrotraía los recuerdos colectivos de ese Viernes Negro de 1987.

El pueblo, con su secuela de muertos y heridos, logró que se retirara, mientras que ninguno de los civiles y policías con mando y jurisdicción han sido encausados; por el contrario, nuestros cuerpos castrenses ahora son los funcionarios que más aumentos colectivos han recibido.

Luego vino la penalización de la protesta, la pérdida de protección de los humedales, usurpaciones de tierras, entrega de miles de hectáreas para una minería de las que el país no saca ningún beneficio que no pueda deducirse del impuesto sobre la renta, los muertos de Colón al tratar de privatizar los activos estatales, las marchas de salud contra las asociaciones público-privadas y un crisol de razas sin mayor control, que ha permitido que más de 40 000 extranjeros compitan con los nacionales en trabajos mayoritariamente no técnicos, mientras miles de productores abandonan el campo, porque la liberación de 121 productos arancelarios mayoritariamente subsidiados les resta competitividad.

El país pujante de millones y millones ha sido deslumbrado por megaconstrucciones, cuyos sobrecostos superan cinco a uno todos los subsidios aportados y una propaganda oficial que repite y repite que se ha hecho más en cuatro años que en cuarenta, como si el grado de inversión no fuera escalonado, no nos ahogáramos en basura y asumamos una deuda pública que supera con creces todos los gobiernos previos civiles y militares juntos.

Y qué decir del mito de la reducción de la pobreza y la mejora en salud. Los subsidios aumentaron y la canasta básica también. Una red de oportunidades que crece, indica que más y más panameños no han tenido las herramientas para ser autosuficientes. Y, como me dijo un buen amigo, el cemento ni cura ni educa. Seguimos teniendo unos de los peores resultados en las pruebas educativas, la mortalidad materna casi se ha duplicado, ha aumentado la mortalidad infantil y enfermedades erradicadas o controladas como la tuberculosis, la brucelosis bovina, así como las epidemias Dengue y Hanta resurgen con fuerza.

Al final, Panamá nunca fue un paraíso antes del golpe militar de 1968 y tampoco lo ha sido luego de 1987. Nuestra sociedad ha tenido que cargar con antivalores de clientelismo y juegavivo promovidos por civiles y militares que olvidaron otra de las frases de Don Billy: ‘El poder no quiere decir dominar, sino servir’. Prohibido olvidar, por supuesto, pero sin hacernos de la vista gorda.

MÉDICO CON POSGRADO EN MEDIACIÓN Y DDHH.

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