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- 15/06/2010 02:00
La temeridad de las ONG
E l ciclo y rol de las Organizaciones No Gubernamentales (ONG) en Panamá, ha entrado en una nueva encrucijada. Cada gobierno, en los últimos veinte años, ha tratado de crearles una mesa de expresión, para que puedan compartir sus puntos de vista sobre diversos temas de interés general. Gesto solidario que surge más por las presiones internacionales que por los efectos que esos diálogos puedan generar en el ánimo de los gobernantes.
Desde la década de los 60, la ONU comenzó a promover este tipo de organizaciones, con el fin de crear un espacio de participación, de la llamada sociedad civil, en sus Asambleas Generales y estimularlas sobre todo en aquellas regiones con un gran retraso social y derechos humanos. Fueron consideradas desde su inicio como ‘Entidades de carácter privado con diferentes fines y objetivos humanitarios y sociales definidos por sus integrantes independientemente de los gobiernos y de los organismos internacionales’. Durante la ‘guerra fría’ fueron utilizadas indistintamente como caminos de penetración en la confrontación territorial que se daba. Pero a partir de este siglo, las funciones de las ONG han ido tomando un nivel de mayor participación en la toma de decisiones a nivel mundial sobre el criterio de que ‘las relaciones internacionales ya no están dominadas por los Estados como actores únicos’ (Kofi Annan). Pero las ONG también debieron pasar por un período de control en el manejo de sus fuentes financieras. Sus estatutos de protección legal en los países las hicieron vulnerables al crimen organizado y las nuevas modalidades del blanqueo de capitales. Panamá incorporó legislaciones para aumentar las exigencias en la rendición de cuentas e incluso la obligatoriedad de publicar sus donantes, que solo a nivel internacional representan ingresos anuales por más de 30 millones de dólares.
En Panamá, el auge sin precedente de este tipo de organismos, sin propósitos reales, generalmente constituidas por uno o dos profesionistas, para ser usadas en temas muy puntuales, llevó al presidente Balladares, con facultad a la Ley que le obliga a fiscalizar sus funcionamientos, anular cerca de 400 autorizaciones a fundaciones y ONG. Aunque esa mala práctica aún se mantiene, ha bajado su intensidad y por el contrario han surgido y se han consolidado otras organizaciones dedicadas sobre todo al campo de la salud y el medio ambiente, que han ganado la confianza de la comunidad internacional.
Pero su ingreso en la modalidad de representantes de las ‘organizaciones de la sociedad civil’ me parece que es un poco temerario, al extremo que raya en la irresponsabilidad. Reconozco que hay figuras nobles y mejor intencionadas en el campo ambiental y de los Derechos Sociales, que hacen su mejor desempeño por defender temas del interés general de los panameños.
Pero, por favor, no caigan en el juego de esa ‘representación’. Primero: porque es un título que le han adscrito las grandes potencias en su modelo de desarrollo y democracia y no la sociedad que dicen representar. Segundo: porque su fuerza radica exclusivamente en el nivel de nexos que tengan con esos organismos internacionales, para que sirvan de puente de presión a los gobiernos locales. Tercero: porque están obligados a buscar adopción en uno de los grandes medios para poder tener un escenario de presión. Cuarto: porque lamentablemente son grupos muy débiles, que generan más desconfianza que solidaridad, además no tienen una política única sobre los problemas y temas que dicen defender. Son excluyentes y sectarios a rabiar. Quinto: Algunos de estos organismos no superan una ligera investigación sobre el uso de sus donaciones, que se entiende deben ir dirigidos a los propósitos establecidos y no a los gastos administrativos y a los Overheads.
Las ONG de Panamá deben pasar a una reingeniería integral, si desean ganarse el título de representantes de la sociedad civil.
*ANALISTA POLÍTICO.