• 17/11/2023 00:00

Panamá: protestas y poder

Es esencial comprender que las protestas y el cierre de calles no son simplemente actos de desorden, sino manifestaciones legítimas de una democracia activa

La situación en Panamá, con sus protestas y bloqueos de calles en respuesta a la firma de un contrato minero controvertido, ilustra desafíos significativos en la gobernanza. Este escenario no solo refleja una falta de soluciones innovadoras y empatía hacia las demandas de la población, sino que también pone de manifiesto la prevalencia de intereses particulares sobre el bienestar colectivo, un indicativo de una gobernanza desgastada y desconectada de las necesidades ciudadanas.

El recurso al diálogo y la negociación, propuesto por el gobierno como solución, a menudo parece ser una táctica superficial que no aborda las raíces del descontento social. Estas medidas pueden percibirse como intentos de apaciguar temporalmente las tensiones, más que como esfuerzos genuinos para resolver los problemas subyacentes. En lugar de generar consensos, estas acciones a menudo intensifican las divisiones y el malestar social.

Es esencial comprender que las protestas y el cierre de calles no son simplemente actos de desorden, sino manifestaciones legítimas de una democracia activa. Los ciudadanos expresan su descontento y exigen cambios en una administración que parece priorizar intereses particulares sobre el bienestar colectivo.

La persistencia de las protestas en Panamá señala un fallo en la capacidad de las estructuras gubernamentales existentes para escuchar y actuar de acuerdo con las necesidades y preocupaciones de sus ciudadanos. Cuando las vías institucionales para el diálogo y la negociación se ven obstruidas, ignoradas o resultan ineficaces debido a intereses arraigados, el cierre de calles surge como un canal crucial para la expresión popular.

El gobierno, al enfocarse en los impactos negativos sobre la economía y en los potenciales actos de vandalismo, parece obviar el clamor subyacente por una mayor transparencia y participación democrática. Si bien la estabilidad económica y la seguridad son esenciales, no deben utilizarse para minimizar o invalidar el derecho a la protesta pacífica y legítima.

Por tanto, es imperativo adoptar un enfoque más comprensivo y empático que reconozca el derecho a la protesta como un elemento fundamental de la democracia. Este enfoque debe ir más allá del simple llamado a la cordura y al respeto de las leyes, abogando por una participación ciudadana más activa y significativa en la toma de decisiones. Las protestas y cierres de calles, lejos de ser actos de desesperación, representan la voz de una ciudadanía comprometida, exigiendo un cambio en una gobernanza que ha demostrado su incapacidad para responder efectivamente a las necesidades y aspiraciones de su pueblo.

El gobierno debe reconocer que la estabilidad no se logra únicamente a través del mantenimiento del orden público, sino también a través de la satisfacción de las demandas legítimas de la ciudadanía. Esto implica un compromiso genuino con la transparencia, la rendición de cuentas y la participación ciudadana en los procesos de toma de decisiones. La protesta, en este sentido, debe ser vista no como una amenaza, sino como una oportunidad para el diálogo constructivo y la reforma.

La capacidad del gobierno para responder a estas protestas de manera efectiva será crucial para determinar el futuro de la estabilidad política y social en Panamá. Ignorar o reprimir las voces disidentes podría conducir a un mayor descontento y a la erosión de la confianza en las instituciones democráticas. Por el contrario, un enfoque que priorice la inclusión y la empatía podría fortalecer la democracia y fomentar un sentido de unidad y propósito común.

En nuestra percepción, la situación en Panamá ofrece una oportunidad para reflexionar sobre la importancia de una gobernanza inclusiva y receptiva. Los desafíos presentados por las protestas y los cierres de calles subrayan la necesidad de un liderazgo que no solo gestione las crisis, sino que también trabaje proactivamente para abordar las causas subyacentes del descontento social. Un liderazgo sabio y comprensivo, que escuche activamente y responda a las preocupaciones de su pueblo, puede guiar a la sociedad hacia un futuro más justo y próspero.

Abogado, politólogo
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