• 15/11/2017 01:03

Hasta luego, papá

Y aunque nunca te gustaron los elogios, hay que señalar que no fue un año cualquiera

Alguien dijo en alguna ocasión que el dolor por la partida de un ser querido es incomparable e intransferible. ¡Qué palabras más sabias...! Y es que por más esfuerzo que hiciéramos para expresar ese sentimiento, siempre nos quedaremos con la sensación de que las palabras no sobran. Y en realidad es así: una expresión verbal jamás podrá abarcar la profundidad de lo que estamos sintiendo; y tal vez tendríamos que inventarnos palabras nuevas para describir esta situación totalmente extraña que nos desgarra por dentro. Y aunque sabemos que no hay palabras suficientes para reseñar todo el recorrido de tu vida intentaremos, a riesgo de quedarnos cortos, un breve repaso por esa maravillosa existencia que Dios te permitió vivir.

Naciste en el año 1924 y por consiguiente, fuiste parte de esa generación silenciosa de gente que experimentó tiempos de bonanza asociados con educación y bienestar. Y aunque nunca te gustaron los elogios, hay que señalar que no fue un año cualquiera. Neruda escribió ‘Veinte Poemas de Amor y una Canción Desesperada', George Gershwin compuso ‘Rhapsody in Blue', se filmó ‘Aelita', basada en esa maravillosa novela de Tolstoi que lleva el mismo nombre. Y, en ese año, contigo también nacieron, Jean-Francois Revel, Marlon Brandon, Truman Capote, Henry Mancini, Jimmy Carter y el primer George Bush.

De tus padres, don Juan Luis Correa Porcell y doña Leticia Morales de Correa, recibiste lo más preciado que un ser humano pudiera heredar. Valores cristianos, amor familiar y principios éticos que marcaron tu comportamiento a lo largo de estos 93 años. Con mucho esfuerzo por parte de ambos lograste graduarte de LSU y Tulane para posteriormente obtener tu especialidad en Medicina Interna y Gastroenterología. Y en ese campo de la ciencia dejaste muchas huellas. Te formaste en la Clínica Lehy en Boston, Massachusetts, y en el Hospital Gorgas de la antigua Zona del Canal, donde tuviste el privilegio de ser el primer panameño en ocupar allí, un puesto directivo. A principios de los años 60 asumiste la responsabilidad de ser el primer director médico de la Caja de Seguro Social, bajo la Administración de Jorge Porras. Desde esa posición, tuviste la visión de impulsar a muchos jóvenes internistas para que pudieran viajar a Estados Unidos, con el objetivo de entrenarse en distintas especialidades y disciplinas.

Fuiste miembro y presidente de muchas asociaciones como la Sociedad Panameña de Medicina Interna, de Gastroenterología, del Ateneo de Ciencias, de la Asociación Médica Nacional, Masters y Fellow del American College of Physicians, pero también pudiste dedicarle tiempo a enseñar Ética en la Facultad de Medicina de la Universidad de Panamá, donde te preocupaste por asegurar que esos jóvenes profesionales, tus estudiantes, pusieran siempre por delante el bienestar del paciente por sobre cualquier otra cosa. Con un grupo de colegas, fundaron el Centro Médico Paitilla. También lo hiciste con los Consultorios Médicos y con Marbella. En cada uno de esos emprendimientos siempre te motivó un auténtico deseo de que Panamá contara con la mejor calidad de la medicina en el hemisferio y, aunque pudiera seguir enumerando tus logros y conquistas profesionales, quiero permitirme estos últimos párrafos para reseñar los aspectos de tu vida donde más triunfos alcanzaste. Me refiero a los de tu vida personal y familiar. Junto a tu amada Lily crearon un hogar donde siempre reinaron los valores y principios morales por el amor, la amistad y por los más necesitados y nos inculcaron la importancia de la educación y el compromiso con el trabajo. Nos enseñaste con el ejemplo. Un padre ejemplar, noble, sincero, cariñoso y humanista. Jamás te conocimos enemigos y tus discusiones siempre estuvieron sólidamente sustentadas para defender tus ideales y las supiste llevar con altura y cortesía en todo momento. Fuiste amigo de tus amigos y gran compañero de tus colegas. Todos te recuerdan con gran afecto y admiración. A pesar de todas tus múltiples responsabilidades, siempre sacaste tiempo para dedicarle a tus pasiones: jugar al Golf, montar caballos de paso peruanos y ver un juego de pelota de tus preferidos, los Tigres de Detroit o los Medias Roja de Boston.

Hoy, sentimos un gran dolor por tu partida, pero nos reconforta saber que, sin duda alguna, llenarás otro espacio de felicidad en algún buen lugar de este maravilloso universo. Sin ti, Mario, Liliana, Laura y yo, hubiésemos tenido muchas más dificultades para ver y entender las cosas como las vemos hoy. Fuiste un gran maestro y nos guiaste con sabiduría en los momentos cruciales, pero sobre todo, cuando empezábamos a emprender nuestros propios recorridos por la vida. Y estamos más que convencidos de que desde ya debes estar buscando el camino adecuado para no tropezar cuando el destino nos permita encontrarnos nuevamente.

Hasta luego, Papucho. Descansa en paz. Puedes estar tranquilo que cuidaremos de nuestra querida Lily, como tú supiste hacerlo durante estos más de 60 años. Pero por sobre todas las cosas, queremos reiterarte una vez más que emprendes este nuevo viaje con la seguridad de que vivirás para siempre en nuestros corazones.

ECONOMISTA

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