• 04/06/2012 02:00

Somos lo que pensamos

¿Alguna vez escuchó la frase: ‘Somos lo que pensamos’? ¿Se ha preguntado en qué ocupa ud. su mente la mayor parte del tiempo? Lo que dec...

¿Alguna vez escuchó la frase: ‘Somos lo que pensamos’? ¿Se ha preguntado en qué ocupa ud. su mente la mayor parte del tiempo? Lo que decimos, cómo lo decimos, lo que hacemos y cómo lo hacemos, está directamente relacionado a la información que introducimos en nuestras mentes.

Los grandes intelectuales afirman que pensar es una cosa, pero pensar críticamente y con claridad es otra. La psiquiatría debe su nombre por su objetivo ‘sanidad de la mente’.

Todo lo que ve en el cine, la TV, el Internet, los libros, pasquines, revistas. La información que escucha, las conversaciones, ya sean negativas o positivas en las que participa: quejas, chismes, groserías, truhanerías (picardías), son los elementos con los que abastece su mente. Si lo que se introduce en un cerebro es basura, no se pretenderá obtener grandes resultados. Recuerde que si usted hace una y otra vez la misma cosa tendrá, siempre, el mismo resultado, seguir intentando cambiar haciendo lo mismo es una LOCURA, como Albert Einstein, el gran genio de los últimos tiempos afirmó.

Por una parte se trata de la información y por la otra del estado de ánimo con que se impulsan los pensamientos, o sea, si piensas lo bueno o si por el contrario tu pensamiento es desalentador, trágico o desconfiado. En tal sentido San Pablo le escribe a los fieles en Filipo: ‘Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad’.

El Apóstol recomienda permanecer en pensamientos saneados lejos de truhanerías y maldad, buscando lo bueno de las cosas, como señala: ‘si hay virtud, si algo digno, en eso pensad’.

Haga un recorrido mental de lo que vio o escuchó a su alrededor en este día. Para ilustrar contaré mi experiencia: En la mañana durante la caminata matutina, de cada diez personas que le di los buenos días solo dos respondían. La mayoría con rostros contrariados y disgustados van hacia sus faenas. Más tarde, al dejar a mi esposo en la Universidad, encontré a un grupo de maestros a la orilla de la calle con una cartulina que decía: ‘Abajo el alto costo de la vida’, sonreí al leer el letrero, la maestra que sostenía el rótulo me dijo un par de groserías.

La verdad es que me sorprendí que esa fuera su queja, como si el resto de los ciudadanos no viviéramos en Panamá, se ha perdido la perspectiva, una manifestación debe tener sentido y proporcionalidad. Si se le va a dar un mensaje al gobierno o al pueblo, no se puede abusar, como la madre que por todo le pega al hijo, hasta que al hijo ya no le importa.

Luego pasé a la estación de combustible, donde una señora reclamaba con factura en mano que le habían despachado diesel en lugar de gasolina, habló, manoteó, se quejó y al no conseguir nada se marchó. El despachador dice en voz alta que ‘esa señora miente, que todo lo que dijo es imposible, definitivamente la señora miente’. Otro conductor le contestó: ‘¿Por qué mentiría la señora? Más bien podría haberle mentido el mecánico que atendió su carro’. ¿Por qué el despachador puede asegurar algo tan descabellado? Todas y cada una de las actitudes de los personajes del Chitré que hoy me tocó vivir, obedecen a lo acumulado en sus mentes.

Estimado lector, le pregunto ¿en qué persevera su pensamiento, qué lee, qué mira, qué escucha y de qué se componen sus conversaciones? ¡No se puede negar que somos lo que pensamos! *ABOGADA Y COMENTARISTA.

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