Con motivo de la Cita Eucarística 2025, el arzobispo de Panamá, monseñor Ulloa, expresó un mensaje contundente y reflexivo frente a la situación crítica...

La verdadera soberanía, de la que muy pocos hablan y casi nadie escribe, es la soberanía alimentaria. Esa soberanía que está por encima de todas las demás pretensiones y es la más importante porque involucra la principal necesidad del ser humano, la de comer saludable y nutritivamente.
Por eso, desde su fundación en 2020, el Movimiento de Alimentación Saludable de Panamá, es la organización por excelencia que orienta y apoya a la población sobre cómo tener acceso a alimentos saludables y nutritivos. Realmente, el COVID-19 resaltó la importancia de este trabajo y en los cinco años desde entonces hemos trabajado arduamente para desarrollar un movimiento que integre a productores y consumidores dentro de una misma organización. En la actualidad, el Movimiento cuenta con más de mil miembros y otros quince mil involucrados indirectamente, todos caminando en el mismo sentido para aumentar nuestra capacidad de incidencia y velar por mejorar la agroecología y ser más conscientes del medio ambiente en todas nuestras prácticas.
Todo esto es crucial ante los sistemas alimentarios y el suministro de alimentos, controlados e impulsados por intereses corporativos que se benefician de producir y comercializar comida chatarra. Con lo cual, la posibilidad de prosperar como país dependerá de nuestra capacidad de atender y resolver este problema, y esto es fundamental para el trabajo del Movimiento.
Durante los últimos cinco años hemos realizado muchas actividades, destacándose los operativos en las escuelas para vigilar los kioscos escolares y exponer el contubernio que mantienen sus directores con la industria alimentaria. A pesar de existir leyes, normas y reglamentos, existen cientos de escuelas que aún permiten el ingreso y consumo de alimentos prohibidos. Se trata de desafíos sistémicos, problemas interrelacionados que a menudo pasan desapercibidos, pero que nos hacen preguntar por qué y cómo llegamos a esta situación.
Estamos seguros de que el trabajo que realizamos en el Movimiento ha marcado la diferencia. Su enfoque de promover y cultivar la mayor cantidad de alimentos saludables posible ha resaltado la importancia de los sistemas alimentarios locales. Nuestra experiencia de vida nos ha preparado para momentos como estos, y seguimos comprometidos con la reconstrucción de sistemas alimentarios que sean equitativos y sostenibles. Hemos tratado de involucrar a políticos y gobiernos para adecuar la legislación y avanzar con más celeridad para responder a las necesidades inmediatas de las comunidades. Pero sabemos que el verdadero cambio ocurre en el campo, a nivel local.
Organizarse en las comunidades es tanto un reto como una necesidad. Si bien estamos dispuestos a realizar el trabajo duro, no podemos distraernos con reuniones o compromisos que nos alejan del propósito. Es preciso que se destinen recursos a la organización comunitaria, y el Movimiento no lo puede hacer solos. Y las necesidades son muchas. Lo primero y más urgente es procurar los recursos para seleccionar personal que apoye el crecimiento de nuestros esfuerzos por la soberanía alimentaria. Una subvención de $5.000 por mes ayudaría a contratar a unos cuatro profesionales y así aumentar nuestra capacidad de gestión a nivel nacional, a la vez que mantenemos las actividades de participación comunitaria. Esto además permitiría al Movimiento centrarse en la organización, en el activismo y la definición de políticas. También se podría aceptar de manera gratuita la asistencia técnica de expertos que puedan ayudar a construir y operar modelos agrícolas sostenibles, contribuyendo a la capacitación y formación de nuevos líderes. En última instancia, el Movimiento busca recursos que ayuden a expandir sus actividades de apoyo a los agricultores y, al mismo tiempo, a organizarse mejor y desarrollar más habilidades en la promoción de políticas alimentarias en el país.
Ciertamente, el concepto de soberanía se ha discutido y debatido ampliamente en los últimos años por todo aquello del Canal y múltiples razones más, y más recientemente ha llegado incluso a ocupar espacio en titulares de los medios y en la agenda de diferentes grupos de la sociedad y del propio gobierno. Pero nosotros visualizamos una soberanía donde las comunidades, en particular las más necesitadas, controlen sus sistemas alimentarios, puedan abastecerse de gran parte de lo que comen y mantenerse de forma independiente.
La soberanía alimentaria es un derecho humano fundamental y debería tener prioridad sobre el resto de las pretensiones ciudadanas. Creemos firmemente que es importante prepararse para los avances tecnológicos, como la inteligencia artificial y la automatización, que ya están afectando a la agricultura. Pero nos preocupa la carencia de conocimiento y la falta de preparación de la población para adaptarse a estos cambios. De allí que visualizamos un modelo en el que el campo pueda sostenerse económicamente, con la esperanza de cimentar una identidad independiente con sus propios recursos y poder y tener la capacidad y los recursos para construir el mundo en el que realmente queremos vivir.