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- 29/07/2021 00:00
El principal recurso del país, su juventud
Cuántas veces no he escuchado el trillado eslogan de que el principal recurso del país es su posición geográfica, el Canal, sus puertos y hasta el aeropuerto internacional, por sus ventajas comparativas con relación a otros países. Nada de eso pretendo cuestionar o desconocer. ¿Pero dónde dejamos la importancia de nuestros jóvenes?
Soy un fiel convencido del gran valor y de los aportes que, para el avance de la humanidad, han tenido todas las generaciones que nos antecedieron. Todas esas contribuciones son disfrutadas en nuestros días, a pesar de que siempre hay algunos que suelen reiterar refranes y dichos que se retransmiten desde antes del nacimiento de Jesucristo, con el fin de descalificar a la juventud, señalándola como gente perezosa y superficial que nunca podrá preservar los valores y la cultura de una sociedad.
A mi edad, hace tiempo comprendí que los mejores años en la vida de la especie humana corresponden a ese período que llamamos juventud; cuando todo es energía, alegría, frescura y nuevas experiencias, así como esa mezcla entre vigor y lozanía de nuestros tiempos de mocedad, que algunas veces causan envidia a quienes el paso indetenible del tiempo no les permitió aceptar las reglas de la vida, especialmente reconociendo, como dice la canción, que “Dios perdona, pero el tiempo no” y por ello sufren haber perdido su juventud.
El indetenible paso del tiempo provoca la sucesión de generaciones de jóvenes, cuyo espíritu de cambio generalmente busca intentar, en sus experiencias de vida, algo diferente a los que los antecedieron. Las nuevas generaciones siempre reclamarán sus espacios de poder y posición; eso no debería asustarnos, porque tal vez en nuestros tiempos también lo hicimos. La juventud actual está dispuesta a arrancar con creatividad y genialidad, los espacios que hoy parecen reservados a los adultos experimentados y aferrados al “statu quo”.
Confieso que me impresiona la juventud rebelde e idealista; aquella que se niega a aceptar los estereotipos tradicionales fijados por los antepasados y nada a contracorriente en tiempos en que los cambios, desafíos y riesgos son los fenómenos más seguros y comunes en la vida. Comprendamos que el proceso evolutivo de las nuevas generaciones no se puede detener, pues estaríamos como especie condenada al fracaso.
En este tiempo de feroces cambios que nos ha correspondido vivir, hay que reconocer que las nuevas tecnologías y las redes sociales prevalecientes han terminado por unirnos para siempre a nivel global en términos generacionales, culturales, políticos, sociales y hasta religiosos, si se quiere.
Es decir, los vientos de cambios están globalizados a un ritmo de la vida cada vez más acelerado, estamos frente a una juventud que se acostumbró a vivir a esta velocidad y reclama cambios a cada minuto, lo que no podemos hacer es perder las perspectivas y el enfoque de hacia dónde caminan los jóvenes, ellos siempre tienen el olfato intuitivo del rumbo que tomará la humanidad, especialmente en las crisis y esta pandemia desde ya es el augurio de cambios revolucionarios impensables liderados por la juventud, al fin y al cabo, heredera, nos guste o no, de ese legado de los visionarios de ayer.