Así lo confirmó el viceminsitro de Finanzas, Fausto Fernández, a La Estrella de Panamá
- 11/01/2021 00:00
Las pugnas interélites o… 'échenle la culpa al Gobierno'
La historia económica-política panameña está marcada por crisis que se manifiestan cada, más o menos, dos décadas y demoran para “resolverse” entre cinco y diez años.
En todas ellas, ha habido rasgos distintivos. Uno de ellos es que en ningún caso han podido ser resueltas en favor de las clases trabajadoras campesinas ni urbanas. Otro rasgo, que todas han tenido como factor influyente, cuando no determinante, la contradicción Estado-Nación vs. Imperio. La dilucidada en 1989 es la más clara evidencia de esta contradicción con la intervención militar de EUA en ese infame desenlace. No obstante, en el resto, su papel ha sido -y es- más “discreto”, pero nunca ausente. Un último rasgo a mencionar es que, en todas estas crisis, la hegemonía, entendida como el control incuestionable de una clase social o un grupo específico de las élites del poder, experimenta rupturas. Esto, da pie a las llamadas pugnas “interburguesas” o pugnas interélites dominantes. Y aún más, suscita el debilitamiento de la cohesión social o confianza hacia las autoridades del Estado.
En las dos crisis posteriores a la Segunda Guerra Mundial, la pugna fue candente entre los que se beneficiaban de la acumulación de capitales a partir de la zona de tránsito, por un lado y los que vieron crecer sus riquezas al amparo de la industria manufacturera, en ese período bélico global, que permitió avanzar hacia la maduración de un mercado interno.
En contraste, desde las tres últimas crisis -últimos 40 años- este mercado interno ya poco aporta a la economía nacional. Esta reducción del número y capacidad de consumo es lo que en parte contribuye a que las nuevas fórmulas de acumulación de riquezas dependan más de las inversiones -de megaproyectos- del Estado y de proveerles bienes y servicios con precios inflados a este, que de las iniciativas privadas propiamente dichas. A un mercado interno ya debilitado, lo que puede ofrecerles el sector privado es muy restringido para generar riquezas en volúmenes importantes. De allí que, aunque en el discurso neoliberal conservador, las élites propugnen la reducción del tamaño y papel del Estado, en lo sustancial, ellas dependen de este para orientar las riquezas de todos -especialmente las obtenidas por el Canal de Panamá- hacia lo que permita su apropiación privada.
La cuestión es que, en tiempos de crisis, “no hay cama pa' tanta gente” ávida de robustecer sus riquezas. Los negocios no están para distribuirse como en tiempos de auge económico y comienzan, otra vez, las pugnas entre grupos de las élites de poder. Eso es lo que vemos, lo que se manifiesta a través de los actos de corrupción que garantizan que unos grupos sí y otros no “se ganen” los negocios más lucrativos con el Estado. En tiempos de pandemia, esto ha sido más evidente en la pugna por quién surte servicios de tecnologías, establecimientos hospitalarios, insumos biomédicos, productos farmacéuticos… y ahora, las vacunas.
Así, cuando vemos que la canciller atiende con “especial interés” las negociaciones con Pfizer para la adquisición de sus vacunas y se sabe que ella está vinculada familiarmente a miembros directivos del grupo económico donde uno de sus miembros tiene la representación directa de esa corporación en Panamá, ¿no les genera suspicacia a ustedes? Al menos a mí me genera dudas razonables sobre su “interés sanitario” y hasta me sugiere razones plausibles del porqué desplazaron al anterior canciller en favor de ella.
Igualmente, me genera sospechas el accionar político de los grupos que se sienten fuera de esta “papa”, dueños de empresas competidoras en la provisión de insumos médicos y liderizan movimientos como Movin, que le encuentran los mayores males e incapacidades a este Gobierno… Sus pugnas, son trasladadas al público a través de medios de comunicación competidores, de la radio y televisora que pertenecen al primer grupo económico.
La cuestión es que, estas élites fomentan echarle la culpa a los Gobiernos -absolutamente transitorios- para que ansiemos cambiarlo cada cinco años. Ninguno de esos prominentes grupos del poder pone, a sus vasallos en sus medios y redes comunicacionales, a dirigir la mirada hacia ellos mismos como responsables intelectuales y materiales de la corrupción imperante; que, especialmente en crisis, mantendrán las pugnas, aunque cambie el Gobierno. Ergo, no cabe otra opción que refundar esta República o… seguiremos sufriendo de crisis en crisis, convencidos de que en el cambio de Gobierno está su solución permanente.