• 01/02/2023 00:00

Reflexiones y algo más

“Todo nuestro sueño será utópico, si nuestras reflexiones en estas horas grisáceas resultan contrarias a nuestras identidades y si nuestros niños de adultos no puedan optar libremente y resulten cooptados por extremismos contrarios a la razón”

El negacionismo es considerado frecuentemente un acto condicionado por cuanto la evidencia de la realidad no obliga a quien lo practica a reconocer el origen, naturaleza, comportamiento y consecuencia del hecho que niega. Atropella el principio de primacía de la realidad y deviene un acto contrario a la razón. Ergo, es un acto injusto “per se” y combatirlo resulta impostergable para desterrar la resignación de aquellos que creen que su suerte está echada.

Así, resulta falaz y tendencioso sostener que la pandemia, el fenómeno más distintivo y expansivo de la naciente Era Disruptiva, ha desnudado nuestras debilidades. Solo afirmarlo es un acto temerario y direccionado que refleja nuestra profunda incapacidad de autocrítica respecto de las carencias preexistentes.

Respecto al cerebro del niño y del adolescente, las neurociencias indican que es “esponjoso”, que absorbe valores y antivalores. Es un binomio que responde al castigo y a la recompensa y esta retroalimenta la autoestima personal y gregaria.

El Estado muchas veces hace lo que no debe y no hace lo que debe. Esto es frecuente y la condición epidérmica de nuestra educación se hunde en el fango estadístico, resultando así la pobreza extrema y la pobreza en una herencia natural y desgraciada de la ignorancia conformando un circuito societario perverso.

Una visión de país que priorice la educación de su niñez romperá la primera y más importante válvula de escape del profundo y oscuro pozo de nuestras ignominias.

Nuestros niños no suelen ser sólidamente formados. No basta con leer, sumar y restar. Hay que enseñarles a razonar sin manipular sus absorbentes mentes, deben aprender a aprender y aprender a razonar desde al menos cinco vectores: razonamiento y comprensión matemática y lectora, redacción narrativa y expresión verbal, valoración cívica, inserción laboral y cuando corresponda, una educación intercultural acorde a las condiciones ancestrales de nuestros pueblos indígenas y tribales.

Enunciados los vectores, resulta indispensable priorizar el poligámico matrimonio de los valores individuales, sociales, cívicos y empáticos propios de un proyecto de vida en común, como se desprende de la lectura de Ortega y Gasset, ensayista español, fallecido hace 62 años.

A mi juicio, el drama de nuestros educandos se agudiza a resultas de dos factores; primero, la frecuente insuficiencia desnutrición proteica de nuestros niños; segundo, su exposición a la “necesidad” de perseguir el “éxito”, predisponiéndolos a privilegiar lo rápido, lo automático, lo fácil y especialmente el culto al dinero. Vivimos un mundo que privilegia lo material por encima de la espiritualidad y del conocimiento.

Nos corresponde a los adultos evitar que la uniformidad digital diluya la dignidad y la diversidad humana, por cuanto la libertad de la persona es inherente a ella como la blancura lo es respecto al objeto blanco.

Nuestros sueños y reflexiones deben permitirnos preservar lo natural de nuestra condición humana. Subrayado lo anterior, considero que no sabemos aún aprovechar todas las ventajas que nos ofrecen las ciencias para disminuir drásticamente las evidentes asimetrías.

Pronto habrá internet gratuito en el mundo y nuestra extendida cobertura digital es absolutamente prioritaria para combatir otro de los actuales factores determinantes de nuestras carencias; la brecha digital.

La reforma digital, es en adición a la educativa, segunda palanca de muchos otros drásticos cambios que necesitamos. La digitalización de todos los procesos públicos reducirá un foco determinante de la corrupción al extraer una cuota del poder discrecional del que dispone el funcionario corrupto. Por cierto, corresponde al Estado garantizar la seguridad e integridad de la data, de los usuarios y el acceso gratuito de la información de calidad.

Como en toda intervención y reforma, se debe postular un cambio de enfoque y de gestión, basándonos en el principio de la primacía de la realidad.

La pobreza extrema y la pobreza deben ser combatidas y superadas desde el binomio infante pobre/familia, toda vez que tal condición no es solo personal, sino que comprende al entorno primario de la familia, independientemente de su tradicional composición y de su vínculo legal.

Todos los esfuerzos deben asumir el carácter multidimensional de dichas urgencias, lo que también implica proteger a grupos vulnerables, como las jóvenes gestantes y otros claramente identificables, como la muchas veces obviada soledad del adulto mayor.

Acorde con nuestra riquísima condición multicultural y gracias al pleno ejercicio del diálogo intercultural, como única vía de resolución “ad-hoc” de los conflictos sociales vinculados a la extracción de nuestros inmensos recursos naturales, debemos constituirnos en militantes impulsores del respeto y de la perdurabilidad de la identidad ontológicamente diferenciada de los pueblos indígenas y tribales, de sus cosmovisiones, usos y costumbres, prácticas y hábitat, aspirando a que:

“El día en que los pueblos indígenas y tribales, allí donde se encuentran, sean plenamente reconocidos y amparados en sus cosmovisiones, creencias, usos y costumbres, cuando las tierras que habitan y las aguas que cursan sus territorios ancestrales se aprecien de tal forma que su afectación sea la de todos, la civilización humana podrá con justicia así llamarse”.

Todo nuestro sueño será utópico, si nuestras reflexiones en estas horas grisáceas resultan contrarias a nuestras identidades y si nuestros niños de adultos no puedan optar libremente y resulten cooptados por extremismos contrarios a la razón.

(*) Peruano, doctor en Ciencia Política, experto en gobierno e internacionalista.
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