• 20/10/2024 00:00

Rumbo al bicentenario del Congreso Tratados de Unión y Confederación

El tratado en sí era una mezcla de estrategia militar, Derecho Internacional, Economía y sobre todo una gran dosis de trabajo continuo y amistad entre los pueblos hermanados en ese documento

De pronto, tocan a la puerta de su habitación, al abrir le entregan un sobre sellado que se apresura a abrir, son buenas noticias de su contraparte, Bernardo Monteagudo, representante plenipotenciario: el Primer Tratado de Unión, Liga y Confederación Perpetua, había sido firmado por el gobierno del Perú.

En ese momento, Joaquín Mariano de Mosquera-Figueroa y Arboleda-Salazar, negociador por la Gran Colombia cerró los ojos y encomendó una oración; debía apresurarse, ese sábado 6 de julio de 1822, lo esperaban en la Torre Tagle, en pleno centro de Lima, Perú, a pocas cuadras de donde él se encontraba en ese momento, y sitio donde se llevaban a cabo las negociaciones. La misión encomendada a Mosquera por el libertador Simón Bolívar obtenía los primeros resultados positivos.

El tratado en sí era una mezcla de estrategia militar, Derecho Internacional, Economía y sobre todo una gran dosis de trabajo continuo y amistad entre los pueblos hermanados en ese documento.

Sin ellos saberlo, el destino jugaba a favor de los pueblos latinoamericanos, ese mismo día, en Madrid, España, el rey Fernando VII comandaba una fallida insurrección en favor del Absolutismo, revuelta política que debilitaba aún más las ya maltrechas fuerzas de España en el nuevo mundo.

Ya en la Torre Tagle, Joaquín Mosquera releyó el documento, el mismo que serviría de base para la negociación y firma de futuros tratados similares con otras naciones latinoamericanas, las bases jurídicas que acababan de proclamar incluían avanzados esquemas militares, tales como el uso de fuerzas terrestres y navales en defensa de los territorios de los agremiados, abastecimiento y carenado de naves, en hacer extensiva la jurisdicción de sus juzgados o cortes marítimas, dejaba muy claro el principio de Uti possidetis iuris, que no es más que la posesión conforme a derecho o la mantención del statu quo del dominio de su territorio al momento de la firma de los acuerdos, base fundamental de todo acuerdo, sobre todo en los casos de las naciones grandes y poderosas negociando con otras mucho más pequeñas.

Otorga al Istmo de Panamá una misión que se ha seguido manteniendo a través de los siglos, y que es la de brindar su estratégica posición para ser considerado un punto real de convergencia, de negociación y hospitalidad, garantizando el carácter sagrado e inviolable de sus personas y con respecto al Istmo de Panamá como de cualquiera otro punto de su jurisdicción que se crea a propósito para este interesantísimo fin por su posición central entre los Estados del norte y del mediodía de esta América.

Por último y no menos importante, tener una herramienta que les sirva de consejo en los grandes conflictos, de punto de contacto en los peligros comunes, de fiel interprete de sus tratados públicos cuando ocurran dificultades, y de juez, árbitro y conciliador en sus disputas y diferencias.

Este primer acuerdo con el Perú logra en las nuevas naciones el efecto que precisamente necesitaba Simón Bolívar para consolidar no solo la liberación completa de los países americanos del yugo español, también la clara visión de poder conformar un país tan grande en recursos, población y posición geográfica, que compitiera con las potencias mundiales de ese momento.

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