• 16/04/2021 00:00

La saga continúa

“A un año del flagelo, la realidad nos golpea sin piedad. Ello me permite mantener reservas sobre la manera que se ha continuado manejando el tema”

Como dice la canción del Gran combo: “Yo no soy médico ni abogado ni tampoco un ingeniero…”. No obstante, desde inicios de pandemia COVID-19, expresé una serie de ideas e inquietudes frente al grave problema que representaba el arribo de la infección y contagio a nuestro país. Fui de la opinión de que se debieron suspender las garantías, a fin de que el Gobierno, de manera expedita, ejecutara acciones preventivas y concretas que permitieran focalizar y controlar los efectos del devastador virus.

En tal coyuntura, hubo voces que dijeron que una acción como esa podría calificarse como medida dictatorial al estilo militar. Planteamiento que me obliga a pensar que surgió de mentalidad politiquera, sobre todo porque si tal hecho lo hacía una administración PRD. La decisión adoptada por nuestros gobernantes fue buscar una alternativa que no creara conflictos de ninguna naturaleza, en medio de una situación adversa e impredecible, como en altibajos, lo sigue siendo la crisis de salubridad. Es agua que pasó debajo del puente.

En ese orden de idea, al transcurrir del tiempo, también manifesté que era un error continuar encerrando a la población mediante métodos de cuarentena y toques de queda. El instinto de conservación y olfato político me ofrecían visualizar los efectos nocivos que se producirían, en materia económica y de salud mental, en términos colectivos. Sin ánimo de presumir absolutamente nada, predije los problemas psicológicos y financieros que aflorarían negativamente en nuestro territorio, a causa de tal ejecutoria.

A un año del flagelo, la realidad nos golpea sin piedad. Ello me permite mantener reservas sobre la manera que se ha continuado manejando el tema. Con respeto lo digo, creo que ha sido grave error seguir al pie de la letra los dictámenes de la OMS. Muchas contradicciones surgieron a través de sus voceros desde el inicio. Hoy, la receta de vacunas y sus presuntos beneficios, se cae su verdad. ¿Como asimilar que un virus tan mortal y agresivo no refleje patología en presuntos asintomáticos? Por otro lado, informe en conferencias de prensa por muertes en el mundo y localmente, son cantaletas excesivas que persisten, creando paranoia y miedo en la gente. Más que ayudar, soy de la convicción que afectan de forma extremadamente negativa.

Tal es así, que hasta compuse una canción que la intitulé: “Si la muerte acecha”. Observen cómo han variado las cosas. Las mascarillas que comenzaron costando B/ 1.00 c/u, hoy las puedes conseguir a 2.00 la caja de 50 unidades. Es decir, 0.04 centavos cada una. Un producto sin garantías de ningún tipo, que además tiene estampado “Non medical”, resulta una exigencia y requisito insostenible. Aun así, por supuesto ante distanciamiento físico y de aglomeraciones, tenemos que adoptar su uso. Empero, reitero que, si el virus no es arma biológica, no veo razón científica ni lógica para imponer su uso de manera permanente.

Con el permiso de don Charls Latan de La cáscara, algunos charlatanes sin título y otros idóneos, como papagayos se la pasan infundiendo y propagando temor en la gente. Insisten no quitarse el susodicho “artefacto”. Parecen desconocer que respirar oxígeno puro es calidad de vida. En lo personal, pienso es grave irresponsabilidad. La hipoxia, que es falta de oxígeno en el cerebro, aunque no llegue a extremo letal, es un daño causado por nefasta costumbre. Además, existen secuelas como la pérdida de memoria, alergia, arritmia y problemas respiratorios, que se debiesen estar recogiendo en estadísticas, para autoinformarse de la triste realidad.

Hace poco, cuando abrieron el cerco en Atalaya, fui a cumplir manda. En mi caminata, pasé por un potrero, donde un campesino en medio del campo abría una zanja. Estaba trabajando con la mascarilla puesta. Al verlo, salí del camino y desde la cerca le grité y le dije que por su salud se quitara la mascarilla, ya que no era necesario. Le di alguna explicación para que comprendiera mi recomendación. Parece increíble, pero él sonrió y siguió trabajando, ignorando mi consejo. Conclusión. Una víctima más de recurrente y sistemático crimen.

Finalmente, hay que resaltar del presidente Cortizo su empeño y tenacidad en el deseo de “salvar vidas”. Nadie lo pone en tela de duda ni tampoco puede cuestionarse. No obstante, algunos detalles y ajustes hay que sincronizar para que el mecanismo de la máquina ofrezca su máximo rendimiento. De igual forma, ahuyentar la depravada lisonjearía y adulación de los “Yes man” pagados u oficiosos.

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