• 19/03/2013 01:00

Filosofía con salsa

Cuando aquel ingenioso cavernícola intentó comunicarse con uno de sus semejantes para enseñarle lo que había descubierto, y tuvo éxito e...

Cuando aquel ingenioso cavernícola intentó comunicarse con uno de sus semejantes para enseñarle lo que había descubierto, y tuvo éxito en hacerse entender, dio sin proponérselo el primer paso hacia lo que es hoy la moderna educación.

La educación, como complemento de la instrucción, desarrolla las facultades físicas, intelectuales y morales que nos permiten enfrentarnos con éxito a los retos de la vida. En Panamá, ella nos guía hacia la encrucijada que decidirá el destino de nuestro país respecto a quiénes somos y a dónde vamos.

Podemos hacer así un examen autocrítico de nuestras posibilidades, sin dejarnos influir por algunos mitos perpetuados en nuestra niñez.

Somos un país destinado a constituirse en un emporio industrial o agropecuario. Somos un país de servicios, llamado a ser el eterno apéndice del Canal, ‘para el beneficio del mundo’. Somos un país propicio para explotar el turismo. Esta última posibilidad es tentadora y fascinante, pues nuestra privilegiada posición, con costas en ambos mares, la atracción del Canal de Panamá como la maravilla de ingeniería que es y sus sitios históricos, hace que la decisión de idiosincrasia nacional sobre nuestra identidad sea más confusa... ¿Seremos un país de servicio? ¿O quizás un país en vías de desarrollo industrial? ¿Seremos acaso un país estrictamente de exportaciones? ¿O simplemente continuamos siendo un apéndice del Canal?

Sin embargo, sea cual fuese la decisión, no debe tener únicamente un cariz político o de conveniencia para determinados grupos: Hay que sopesar lo que responsablemente aporte más al bien común de la patria.

Para ello, debemos aspirar a ser un pueblo educado, conscientes de nuestros valores y de nuestras debilidades, con un concepto claro de lo que debe constituir ‘el nuevo hombre panameño’, que va a lograr lo que con su esfuerzo, sacrificio y patriotismo previeron las pasadas generaciones.

Esta educación destinada a llevar a nuestro país al desarrollo en la búsqueda de su destino, ha de tener un carácter abierto y estimulante, que permita a los estudiantes una labor de investigación y cuestionamiento, un diálogo continuo entre educador/educando, y no una educación memorística, anacrónica y bancaria que únicamente cosechará una generación de papagayos, sin metas ni principios propios.

Conscientes de nuestra idiosincrasia, pleno de seguridad y optimismo ante nuestras capacidades, comprenderemos por fin lo importante que es, en el campo feliz de la unión, alcanzar por fin la victoria.

Por ahora, cambio y fuera...

*ESCRITOR, POETA Y PROFESOR DE ESPAÑOL.

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