• 18/12/2009 01:00

Más que centros de salud…

Para quienes en algún instante de la vida nos cobijamos bajo el manto habitacional de las casas de madera, es fácil definir lo que signi...

Para quienes en algún instante de la vida nos cobijamos bajo el manto habitacional de las casas de madera, es fácil definir lo que significó para nosotros contar con la imagen samaritana de un centro de salud.

A falta de recursos económicos para mitigar una dolencia a cualquier hora del día o parte de la noche, el Centro para la gente del barrio se constituyó en un templo de salud. Un cuartel en donde nos atrincherábamos negros, blancos, chinos, campesinos y extranjeros identificados plenamente y en común, con la cédula de la pobreza.

Allí, por lo cotidiano, las respuestas positivas y el trato personalizado se constituyeron en parte de la rutina diaria, obligando a que los demandantes del servicio viéramos al mismo como parte de nuestra familia y reliquia de altos quilates dentro del emporio en el que compartíamos maderas de descascarillados colores, latones repletos de basura, algarabía, palabras de grueso calibre, sol, lunas de papel e ilusiones.

Los funcionarios de esta dependencia no se constituían en extraños ni ajenos y mucho menos en burócratas a quienes calificáramos de tener los humos arriba. Dentro de las esperanzas colectivas, eran sencillamente seres que comprendían nuestros afanes y que, como profesionales de vocación permanente, canjeaban calidad de servicio por la simple dádiva de la amistad.

Con el correr de los años y fuera del entorno en el que forjáramos nuestro carácter e ideales, evocamos y sopesamos el valor agregado que fue para nosotros el contar con nuestro centro de salud.

Evocar y sopesar que en ese sentido, poco ha cambiado de lo que en el recuerdo persiste de mi pequeño Centro. Allí no están las mismas caras ni los nombres que en antaño conocí, pero cual valiosa herencia el sublime empeño por ayudar al que menos tiene, sigue siendo la alborada de otros personajes.

Como si el tiempo no pasara, hoy en sus estrechos pasillos reverdecen cada día las mimas risotadas del ayer, el mismo identificar a los pacientes sin sus apellidos o de manera intimista, por sus apodos; Es ver la misma comunión entre servidos y servidores y saber que el regaño a tiempo no es un castigo al orgullo, sino el consejo bien intencionado del amigo protector.

Por esas oportunidades con las que Dios bendice nuestros días, he podido comprobar que mi centro, como la mayoría de los centros de salud en Panamá, cumplió, cumple y seguirá cumpliendo un apostolado prioritario en el desenvolvimiento comunitario y que es importante que toda la sociedad panameña se enfoque más de cerca hacia ese sector del país. Le preste atención a este núcleo que aglutina a centenares de ciudadanos y en donde profesionales de la salud de gran valía aportan una dedicación que en ocasiones supera a las generadas en sus clínicas privadas. Esto, bajo la colaboración de enfermeras y una brigada administrativa que en conjunto hacen de sus labores una faena personalizada y con sentido familiar.

Contribuyamos de una manera u otra a las labores que difícilmente llevan a cabo los Centros de Salud, para que muchas más personas sigan beneficiándose de sus nobles servicios.

*Periodista.mawaperiodista@hotmail.com

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