Ante la compleja situación social y política que atraviesa nuestro país la Conferencia Episcopal Panameña, el Comité Ecuménico y el Comité Interreligioso,...
- 23/05/2025 00:00
El papa Francisco: su heterodoxia y teología liberal (1)

Comparto totalmente algunas preocupaciones y críticas expresadas por varios obispos católicos y pastores evangélicos, entre ellos, Mike Gendron y John MacArthur, preocupados por las contradicciones, el alcance e influencia posterior de la negativa del fallecido papa Francisco a adherirse plenamente a las creencias, principios y prácticas establecidas en la doctrina católica o fe cristiana, como si tuviera alguna experiencia mística, autoridad o propósito divino para controlar y dictar resultados sociales y religiosos y no abrazar el camino que Dios ha elegido.
El papa Francisco, sin duda, fue una persona liberal, progresista y universalista que a menudo bendecía lo que Dios había maldecido, distorsionando las Sagradas Escrituras para adaptarlas a creencias impías.
Como ejemplos de eso, en mayo del 2013, el papa Francisco afirmó que todos los ateos podían ir al cielo si llevaban una vida buena y honorable. Luego, en julio de ese mismo año, cuando se le preguntó si los homosexuales podían servir como sacerdotes y si se salvarían, en lugar de comunicar que la Palabra de Dios ya había juzgado eso como pecado, respondió: “Si alguien es gay y busca al Señor y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarlo?”.
En noviembre del 2015 proclamó que “cristianos y musulmanes son hermanos y hermanas, y que todas las religiones son caminos diferentes hacia el mismo Dios”. En 2018, tuiteó que “quien no se arrepiente y no puede ser perdonado desaparece, y que no existe el infierno. Las almas pecadoras simplemente desaparecen”. Tal afirmación sólo tiende a consolar a los no creyentes que, al final de su vida, simplemente dejan de existir.
En mayo del 2023, el papa Francisco enfatizó que “hacer el bien es el principio que une a toda la humanidad, y que el Señor nos ha redimido a todos mediante la sangre de Cristo”. En esencia, lo que afirma es que todos, incluso los ateos e impíos, son redimidos, afirmación que ridiculiza el sacrificio de Jesús y lo convierte en un mentiroso cuando proclamó: “Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie llega al Padre sino por mí”.
A lo largo de su papado, ha afirmado que musulmanes, hindúes, ateos y todas las religiones conducen a Dios siempre que se esfuercen por ser buenas personas. Esto significa que si se cree en un dios falso o en ningún dios, de todas formas vas al cielo, lo cual contradice flagrantemente la Santa Biblia.
La salvación final de todo cristiano no es definido por ninguna autoridad, tradición, práctica o perspectiva humana que se desvíe de la palabra de Dios. Solo la Biblia es la norma autoritativa de lo que significa ser salvo, y Dios no ha dejado el asunto de la salvación a la especulación humana ni a su ambición egoísta. En nuestro mundo religioso actual, muchos cristianos recurren a las enseñanzas y creencias del papa, o a los pastores y sacerdotes, pero ninguno complementa la Santa Biblia. La salvación no es una opinión teológica, es una verdad revelada que no está sujeta a revisión.
Si como cristianos estamos ignorantes a la palabra de Dios, nos desarmamos y quedamos indefensos y confundidos cuando la verdad es reemplazada por mentiras y engaños. El evangelio no es un misterio para ser interpretado por las élites religiosas, es un mensaje dado a todo aquel que quiera leerlo y creer. La Biblia es la autoridad final y solo ella define nuestra salvación, no las doctrinas o tradiciones de la Iglesia, y mucho menos la opinión humana. Dios ha hablado y su Palabra es eterna.
La muerte del papa Francisco debería despertar a todo cristiano y a la Iglesia, no para juzgar su muerte, sino para confrontar el legado de doctrinas, enseñanzas, creencias y prácticas que conducirán a las personas a la vida eterna o las alejarán de ella. Este es un momento de reflexión espiritual, no de homenajes vanos, porque cuando un líder muere, la pregunta no es solo ¿qué hizo en vida?, sino ¿qué camino espiritual forjó para que otros lo siguieran?
El papa Francisco puede haber parecido compasivo y accesible, pero la personalidad no santifica la teología. Una voz suave no suaviza las falsas doctrinas. Cuando un líder no proclama la exclusividad de Cristo para la salvación y fomenta la idea de que las personas buenas de otras religiones, los ateos y los impíos pueden salvarse sin Cristo, no amplía la esperanza, sino que fomenta el engaño, porque la Sagrada Escritura es inequívocamente clara al afirmar que no hay otro nombre bajo el cielo dado a los hombres por el cual podamos ser salvos, y eso no es intolerancia, prejuicio ni fanatismo, sino una verdad divina, y cualquier cosa que la distorsione, aunque se vista con túnica, collar, corona o una cruz, es falsa. Da a la gente la ilusión de progreso espiritual mientras los deja espiritualmente muertos.
La muerte del papa Francisco también debería llevar a los creyentes a preguntarse: ¿Estoy siguiendo a Cristo o a una cultura religiosa? ¿Vivo según la Palabra de Dios o según prácticas y tradiciones transmitidas sin cuestionamientos? El evangelio no es un mensaje flexible que se adapta a la cultura, sino una declaración divina que salva a los pecadores, especialmente en esta época en que vivimos de gran confusión y decadencia moral, y el papa Francisco contribuyó mucho a esa confusión, empañando su legado.