• 15/09/2014 02:01

El poder temporal

‘El reconocimiento supremo y relativamente objetivo es el que otorga la valoración histórica, muchos años después de una gestión’

La gestión de un individuo en posiciones de mando dura muy poco. Puede ser positiva o negativa, dependiendo de cómo utiliza el poder que se le concede. Reproduzco algunos párrafos publicados hace algún tiempo, con el fin de llamar la atención a las nuevas autoridades sobre el verdadero objetivo de gobernar y el uso del poder que manejan.

Cuando no respetamos la cuota de poder, cuando no entendemos que es temporal, puede suceder —como generalmente sucede— que abusamos de su manejo y como señala el famoso dicho, corrompe absolutamente. Casi siempre se puede emplear para hacer el bien, pero por algún raro impulso que tiene que ver con las más bajas motivaciones humanas, la gran mayoría obra en detrimento del bienestar de aquellos que sus influencias afectan directa e indirectamente.

A lo largo del tiempo la historia nos ha dejado innumerables ejemplos en donde el sufrimiento de muchas personas ha durado demasiado tiempo a merced de abusadores que han sido férreos y tenaces. Pero por otro lado, y no tan a la ligera como pudiera parecer, el poder caricaturiza. Algunos de los libros, películas, obras de teatro, parodias, comedia y caricaturas creadas en el devenir de los tiempos, hacen mofa, ridiculizan a personajes que en algún momento creyeron que los pueblos y el mundo no pudieran existir sin ellos.

Por ejemplo, la sociedad estadounidense se resiste a aceptar la realidad humana de sus actores políticos. Esa misma sociedad gasta billones de dólares al año consumiendo información de la industria del bochinche y del voyeurismo. Hipocresía sociocultural ante la verdad intrínseca de su conducta como sociedad. Acá en el trópico somos más sensatos en ese sentido.

Hace unos años, John Edwards, excandidato en las primarias demócratas de 2008, aceptó, bajo el acecho de los medios sensacionalistas, que tuvo una relación extramarital después de negarlo rotundamente. Antes de Clinton también se expusieron las intimidades de candidatos de alto perfil como Gary Hart, quien en 1988 se perfilaba como el candidato demócrata con más opciones para ganar la nominación de su partido. La fama de mujeriego y su relación con una modelo deshicieron su credibilidad y acabó con sus aspiraciones de llegar a la Presidencia. Tuve la oportunidad de presenciar una conferencia sobre relaciones internacionales ofrecida por Hart en el otoño de 2004 en la Universidad de Wisconsin-Milwaukee. Lo que para mí quedó en evidencia es que ese país se privó de tener como líder a uno de los intelectuales políticos a nivel global, más sesudos de estos tiempos.

En muchos países estos asuntos son discretamente públicos, absorbidos socialmente de una manera más realista y consecuente con su efecto sobre la capacidad del funcionario para ejercer el cargo.

Pero lo revelador y extraordinario del asunto Edwards no tiene nada que ver con lo extramarital. Confesó que: ‘En el curso de varias campañas comencé a pensar que era especial y paulatinamente me volví egocéntrico y narcisista’. En la entrevista televisiva dijo que esa conducta lo llevó a pensar que: ‘Puedes hacer lo que quieras, eres invencible y que no habrá consecuencias’. El poder lo fue consumiendo. Las arengas de sus seguidores, las muchedumbres en las campañas, el acceso que tuvo como candidato a otras instancias del poder político, económico, militar e internacional. Todo esto fue transformando su personalidad, o mejor, sacando a la persona que realmente es.

No hay diferencia ni allá ni acá. Hay suficientes indicios de que muchas figuras (y figuritas) públicas comparten conductas humanas en las que el manejo del poder les embriaga y en algún momento terminan retratados en los espacios de caricatura de los diarios. Sus carencias emocionales ponen en evidencia sus debilidades narcisistas ensalzados por la caterva de aduladores que los rodea. Esto los lleva a creerse inmunes ante cualquier situación; si no me cree, estudie el actual escenario criollo.

La historia está llena de capítulos de poder que, después de pasar el escrutinio histórico, escasamente enaltecen el legado del personaje. El reconocimiento supremo y relativamente objetivo es el que otorga la valoración histórica, muchos años después de una gestión. Mientras tanto, y durante su presencia pública, les conviene entender que lo importante es servir, servir al pueblo con dignidad y respeto. Hacerlo con humildad y decencia, con pasión y con el único propósito de mejorar la condición humana de toda la sociedad.

*COMUNICADOR SOCIAL.

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