• 02/02/2014 01:00

La reelección: traje a la medida

Al escribir esta columna —se reabre la caja de Pandora— en cuanto a la conveniencia o no de la reelección del presidente de la República...

Al escribir esta columna —se reabre la caja de Pandora— en cuanto a la conveniencia o no de la reelección del presidente de la República para el año 2019, luego de sus declaraciones televisivas, donde manifestó, apoyar una reforma constitucional para acortar el periodo de reelección de diez a cinco años, mediante un referéndum o el método de dos asambleas en dos periodos distintos, conforme nuestra Carta Magna.

Sospeché de las aspiraciones reeleccionistas del presidente desde el primer día de su mandato. Como siempre, una cosa es lo que dice y otra muy distinta lo que hace. Luego de culminar su periodo, pretende designar en el sillón presidencial a una marioneta para manejarla a su antojo y de lograrlo, gobernaría diez años, intentando en el 2019 reelegirse, en su afán de perpetuarse en el poder, alternándose con su esposa, lo que le hace daño a la Nación.

Cualquiera que sea el camino que se escoja, para promover una reelección que le permita al actual mandatario ocupar nuevamente el solio presidencial en el 2019, resulta necesario recapitular los inconvenientes que una reelección en estos términos implica para el país. Aprobar esto no es más que una bofetada permanente a la institucionalidad de la Nación. Una reelección como se concibe, acaba con el sustento institucional sobre el cual se levanta nuestra democracia.

Las piruetas reeleccionistas conducen a afianzar un clima, no solo de un enfoque personalista y mesiánico de la política, sino también a un permanente clima de improvisación.

El apoyo a la reelección ha sido en Panamá y en otros países latinoamericanos, una cuestión de personalismos, ya produjo en Venezuela, Argentina y Perú los conocidos fiascos de Chávez, Menem y Fujimori.

Las reformas constitucionales, hechas en beneficio propio de presidentes en ejercicio, se aprobarían sin cuestionar siquiera los mecanismos corruptos que se usarían para tramitar las mismas.

El argumento decisivo será la popularidad del caudillo y el apoyo de una opinión pública extasiada ante los resultados de su gestión, más ilusorios que reales y hábilmente convencida de que el líder es irremplazable.

Las pasiones que despiertan las controversias sobre las virtudes y defectos del mandatario, hacen necesario llevar el debate más allá de los argumentos subjetivos y situarlo en el campo del análisis político e institucional.

Puede que la imagen del presidente para algunos sea positiva y piensen que contribuyó al desarrollo nacional; también es cierto y son cuestionables el cambio en las reglas de juego al fin de su periodo y los procedimientos a utilizar para cambiar la Constitución en beneficio propio.

El debate sobre la reelección, debe hacerse independientemente de la figura del presidente. Porque el cambio en el ‘articulito’ de la Constitución que se propone, se hace para beneficiarlo y esto representa un cambio de fondo a las reglas de juego de la democracia, y en ninguna parte del mundo es aceptable que un mandatario cambie la Constitución en beneficio propio. Ello ha demostrado tener consecuencias peligrosas para la gobernabilidad.

Apelar al veredicto de la opinión mayoritaria, para legitimar actos contrarios a la Constitución y a las leyes, alimenta la falsa ilusión de invocar la ‘soberanía del pueblo’, como la fuente última del poder, pero es el principio de la destrucción del Estado de Derecho, esencia insustituible de la democracia.

En Panamá la reelección que pretenden imponer es una verdadera carga de profundidad contra el funcionamiento del sistema democrático. Es un acto insensato, que acentúa un espíritu de discordia, dividiendo peligrosamente al país.

Para impedirlo, propongo al País:

La primera etapa es la de ‘desmartinellizar’ el debate, de manera que ya no se trata de discutir si la reelección del actual mandatario es mala o buena, sino de debatir las consecuencias políticas e institucionales de la figura de la reelección.

La segunda etapa consiste en formar una amplia coalición suprapartidista, para derrotar el referendo de usarse esta vía para la reelección, en las urnas, con el arma más efectiva para hacerlo que es la abstención activa.

La etapa final es hacer una consulta entre los partidos de la oposición, para escoger un candidato único que lo enfrente en el 2019.

De todos los anuncios de reformas que ha hecho el Gobierno, sin duda, el más serio es el de esta reforma a la Constitución Nacional.

Para Panamá un segundo mandato del presidente mandaría la señal al mundo de que esta es otra república a medio hacer que necesita caudillos, como si acá no hubiera otros dirigentes de primer nivel.

No debemos estar dispuestos a permitir que se le tuerza el brazo al sistema democrático edificado sobre el equilibrio de los tres poderes, a fin de seguir en el Palacio de Las Garzas.

Creo en la alternancia en el poder e imposición de límites en esa forma de continuidad en el mando. Es hora de dar un giro a la política nacional. Una forma es cerrar el camino al plan de eternización en el poder, pues sería el primer paso hacia la madurez y sensatez política de un país largamente extraviado.

ABOGADO Y ESCRITOR.

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