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- 08/05/2013 02:00
La regla de las tres rejas
S e ha demostrado en las investigaciones sobre las comunicaciones orales que cuando una persona le narra a otra lo escuchado y esta a su vez a otra, y así sucesivamente, la historia original cambia, así como, la subjetividad de cada punto de vista y, se va deformando la realidad y convirtiéndola en leyenda. Al final la verdad y la historia se reducen a su mínima expresión y la fábula y el cuento ocupan un enorme espacio. En el caso del chisme, la historia o el cuento que queda de ella, se distorsiona por razones perversas.
Ligo lo anterior con la siguiente parábola: ‘Un joven discípulo de un sabio filósofo le dice que un amigo suyo está hablando de él con maldad. El filósofo lo interrumpe y le pregunta si ha hecho pasar por las ‘tres rejas’ lo que le va a contar y le explica: La primera reja es la ‘verdad’, la segunda es la ‘bondad’, y la tercera es la ‘necesidad’. ¿Estás seguro que lo que me vas a decir es absolutamente cierto? ¿Es bueno lo que me vas a decir? ¿Es necesario que me lo digas? A lo que el discípulo le responde: Solo lo escuché, no es bueno y, tampoco es necesario. El sabio filósofo no se detiene y termina diciendo: Si no es verdadero, ni bueno, ni necesario, entiérralo en el olvido’.
El chisme es uno de los males más peligrosos. El que es chismoso se envenena el alma, y pierde el tiempo en los problemas de los demás, en vez de resolver los suyos. Cuando uno se encuentre cara a cara con un chismoso hay que tener el coraje de detener la injuria, la calumnia, la difamación.
¿Te han difamado alguna vez? De seguro que hemos caído en boca de los demás, de personas inescrupulosas, que no tienen temas, que hablan por hablar, sin saber si lo que dicen es mentira o verdad. Ese ‘me dijeron, aunque no me consta’ es la clásica, y por allí empiezan y el que escucha por allí sigue, en una cadena de infundios, mentiras y enredos. Cuando se habla mal de alguna persona, la intención, no es nada correcta. Y, aunque lo que se diga es verdad, es poco injusto y vergonzoso difundir sin necesidad los defectos ajenos. Escuchar con gusto la calumnia y difamación, aunque no digamos una palabra, fomenta la difusión de murmuraciones maliciosas. Nuestro deber cuando se ataque la fama de alguien en nuestra presencia, es cambiar la conversación, e incluso intentar sacar a relucir las virtudes del difamado. Afrentar la dignidad de una persona, es decir, lesionar su honor, es injuria. La injuria adopta distintas modalidades. Una de ellas sería, por ejemplo, la crítica despreciativa, ese encontrar faltas en todo, por ejemplo: para la esposa contra su marido, para el marido contra su suegra, para el hermano contra su hermano, para el político contra el político. Constituyéndose en una arraigada costumbre en nuestro diario vivir.
En una ocasión señalé lo siguiente: ‘No existe una palabra lo suficientemente amplia como para abarcar la pequeñez de un ser humano, si no es, por el camino del irrespeto y la deshonra. Con frecuencia las palabras nos insensibilizan y pueden paralizar nuestros sentidos y mejores instintos. Son trampas que nos llevan a la apatía al usarlas de forma hiriente y destructiva. No debemos permitir que nos controlen, es el único instrumento que tenemos para ampliar la vida y no para disminuirla. Las diferencias con frecuencia causan la pérdida de un amigo o suelen ser conflictos aterradores entre profesionales, políticos, compañeros de trabajo, etcétera. Una de las trampas en que caemos con frecuencia es la idea de que las discusiones se ganan o se pierden; que lo correcto o incorrecto pueden definirse siempre por la fuerza de un argumento destruyéndose mutuamente con afirmaciones y comentarios desagradables. Palabras que son como cuchilladas que se lanzan mutuamente. Es por ello, que se hace necesario que toda persona que sufra de este mal, aprenda a ser más cauteloso en su modo de dirigir su descontento o disgusto’.
De cara a las elecciones de mayo de 2014, la Iglesia Católica, a través de la Conferencia Episcopal Panameña, elaboró un Pacto Ético, en que los partidos políticos, el Tribunal Electoral y gremios periodísticos se comprometen a trabajar una campaña basada en principios de paz, igualdad, tolerancia, respeto a la dignidad de las personas y a la vida privada y, el de no realizar campañas sucias contra sus adversarios, y que los medios se obliguen a verificar la información antes de ser publicada para evitar lesionar la honra de las personas. Cambio Democrático, no rubricó el pacto, con el argumento de que convierte a los medios en censores de la verdad.
Con ejemplos como el Pacto Ético Electoral, lo que se busca es sanear la casta política de este tipo de ofensas promoviendo la respetabilidad, la serenidad y el equilibrio emocional, elementos de una persona que se aprecia a sí misma. Los verdaderos líderes, hombres y mujeres de bien, conscientes de su valor como personas no tienen necesidad de usar la calumnia ni la difamación, ni el insulto, ni fomentar la difusión de murmuraciones maliciosas. Y, si de críticas se trata, las toleran, las recogen y rectifican y, lo que no es verdadero, ni bueno, ni necesario, lo entierran en el olvido.
ESPECIALISTA DE LA CONDUCTA HUMANA.