• 27/05/2025 00:00

‘Trumpulino’: excelente ejemplo de racismo y odio de clase

La conjugación de la relación de dominación colonial ejercida por el conservadurismo trumpista sobre el conservadurismo “mulinista-trumpulino”- ha mostrado en las últimas semanas de cuál cuero está hecho. Las evidencias dan cuenta del cada vez menos disimulado racismo, no en su concepción biológica de fenotipos de pigmentación de piel, sino psicosociológica de jerarquización de grupos entre “superiores” e “inferiores”, por consiguiente “con derechos” y “sin derechos”.

Este racismo se concilia, a su vez, con un crecientemente inocultable “odio de clase” no hacia cualquier clase social, sino contra unas clases sociales en particular, contra aquellas que viven de su trabajo, en las urbes y en el campo. En esta articulación de odios, los pueblos originarios del occidente y oriente del país llevan la peor parte; son, en la concepción del conservadurismo “trumpulinista”, los grupos humanos “inferiores” entre los “inferiores”. Los informes de médicos amigos en Veraguas y Chiriquí me han relatado el grado de agresión y saña del que han sido objetos jóvenes, niños, mujeres de familias de trabajadores urbanos y campesinos, hechos para nada cubiertos por el común de los medios convencionales de la (in)comunicación radio, televisiva y escrita.

Para prueba un botón. Los medios noticiosos convencionales difundieron hasta la saciedad cuando pobladores en la provincia de Darién condujeron a una agente del Servicio Nacional de Fronteras (Senafront) hacia un cuarto, donde la retuvieron por algunas horas, acción censurable, aunque comprendida solo cuando nos enteramos del contexto y sus antecedentes. Esto es, los medios de (in)comunicación televisiva y de versiones digitales nunca mostraron la razón de la indignación de los pobladores, quienes previamente habían sido atropellados sin mediar razón jurídicamente válida, con perdigones y bombas lacrimógenas lanzadas indiscriminadamente ante niños y adultos mayores del lugar conocido como Arimae.

Periodistas más profesionales como Adolfo Berríos, de La Estrella de Panamá, lo describieron señalando que se evidenció “el uso abundante de gases lacrimógenos, mientras unidades antimotines avanzan hacia los manifestantes que protestan contra las reformas a la Caja de Seguro Social, minería y los acuerdos entre Panamá y Estados Unidos” (La Estrella de Panamá, 20/05/2025).

Si los moradores indígenas de Arimae no obstaculizaban ninguna vía ni alteraban el orden público de acuerdo con nuestro marco constitucional, ¿por qué la acción violenta de los estamentos policiales? Se comprende así que la retención de la agente fue más una reacción de indignación colectiva por tratarse de una hija de esa comunidad indígena que al pertenecer a la institución que violenta sin justificación a sus hermanos de etnia, fue considerada como una hija que traicionaba a su propia etnia emberá-wounam, cuya población ha sido tradicionalmente pacífica.

Por otro lado, se confirma lo ya observado en el occidente del país con hermanos/as de la etnia ngäbe, donde las fuerzas de represión hoy al servicio del trumpulinismo disparan a quemarropa y a partes sensitivas del cuerpo, provocando heridas y discapacidades, incluida las visuales. Lo antes dicho revela un odio institucionalizado de clase y racismo puro y duro que habla del carácter con el que se ha venido (de)formando a las fuerzas del orden público en las últimas tres décadas y media. Por cierto, quienes han orientado desde 1990 la conformación del espíritu y organización de la fuerza pública han sido las instituciones de seguridad de Estados Unidos, gracias a los distintos acuerdos con todos los gobiernos acaecidos después de la invasión por parte de este Estado. ¿Coincidencia del comportamiento racista que caracteriza a sus aparatos de seguridad con los del Estado panameño?

*El autor es sociólogo, investigador y docente
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