Este evento que se vio fundamentalmente desde América, empezó sobre la medianoche de este viernes 14 de marzo y llegó a su máximo sobre las 3 de la mañana,...
- 29/03/2021 00:00
Turbación del ánimo y la homilía
Es grande la tentación de opinar sobre el asunto del evento conmemorativo del primer año del Plan Social Panamá Solidario, creado para combatir los efectos de la pandemia. El evento fue realizado el miércoles en la noche, en el Centro de Convenciones Atlapa. La indagación generalizada por el baile alegre de los personeros del Gobierno ha hecho que todo lo que se podía decir, a estas alturas, probablemente ya se ha dicho.
La más relevante, creo, es la interrogante sobre los asesores presidenciales: asesores políticos y cualquier otro con acceso a los que toman decisiones. La comunidad, de cierta forma, reconoce que hay profesionales competentes al servicio del Ejecutivo, asesorándolo en diversos temas. Pero no queda claro si alguien se atrevió a señalar claramente, como un asunto de sentido común, que el mencionado evento no era una buena idea. Que, probablemente, por las razones y circunstancias de la pandemia, teñiría a la Presidencia para siempre.
Presentando sus teorías sobre la gente altamente efectiva, Stephen Covey invita a su audiencia a imaginarse en una misa de recordación antes de un sepelio. Sentados en la última banca. Alguien se levanta para dar la homilía sobre la vida del fallecido. Te das cuenta de que es tu propio funeral. Se trata de que reflexionemos acerca de cómo queremos que nos recuerden. De cómo queremos que esa homilía se realice. Este contexto imaginario da pie a la formulación del segundo de sus Siete Hábitos: “Empiece con el fin en mente” (“Begin with the end in mind”)”.
La Real Academia Española define vergüenza como: “turbación del ánimo, que suele encender el color del rostro, ocasionada por alguna falta cometida, o por alguna acción deshonrosa y humillante, propia o ajena”. ¿Cómo quieren ser recordados, cuando no hay “turbación del ánimo”, de actores y asesores? Ese que se manifiesta por la vergüenza.
Hace unos escritos me referí al libro de Mario Mendoza, “La importancia de morir a tiempo”. Uno de los relatos del libro de Mendoza se titula “La adicción a sufrir”, comienza diciendo: “Es muy fácil asumir esa adicción sin darse cuenta. Nuestra cultura tiene muchas puertas de entrada y pocas de salida. Una de ellas, por ejemplo, es la religión”. (…) “Otra puerta frecuente es la codependencia. Es una relación con un drogadicto, un alcohólico o un depresivo. La pareja es una especie de salvadora, alguien clave, importante, significativo, fundamental”. En esos entornos tan cerca del poder, es difícil arriesgarse por la adicción al mismo. Por las prebendas, el acceso, el glamur, o simplemente para evitar caer mal con los otros poderes circundantes. No vaya a ser que me “planchen” en la próxima. Es difícil romper esa relación.
Algunos sectores honestamente preocupados por lo que el país atraviesa en materia de corrupción y degradación social, se preguntan ¿qué hacer? Pero, buscan la respuesta dentro del marco actual de funcionamiento de la sociedad y creo que allí ya no se puede hacer nada convincente. La intención de una constituyente no resolverá los problemas de fondo ni los estructurales.
Eso en realidad deja claro que no son ellos, somos nosotros, los supuestamente Buenos. Los que creemos y afirmamos que “los buenos somos más”. Si eso fuera cierto, esto ya se hubiera corregido. Tendríamos un mejor país. Cada cinco años votamos por el menos malo. Si fuéramos tan buenos como decimos ser, no aceptaríamos baratijas, bandoleros o embusteros para representarnos; que nos sonríen y nos agradecen el voto para seguir desangrando el país y burlándose mientras lo hacen.
De nosotros los ciudadanos, una revolución es necesaria, no hay que tomar las armas o irse a las montañas. Si queremos cambiar las cosas en este país, hay que realizar actos concretos y revolucionarios. La quejadera en las redes sociales no funciona y no es este Gobierno, son todos, que no se nos olviden los “equívocos” (por llamarlo de la manera más sutil), de los anteriores. Es el sistema… es la Cultura.
Una revolución inmediata, para entonces hacer la revolución educativa para sacarnos del embrollo este, construir mejores ciudadanos para conversar sobre otras cosas, puntuales y universales. Si asesores y ciudadanos no estamos preparados para sacrificarnos, dar la mejor recomendación o provocar la revolución, a pesar de ir en contra de otros poderes, siempre será mejor “morir en el intento” antes de quedar mal en la homilía.