• 16/04/2014 02:00

Valores y antivalores en Cuaresma

Hagamos un alto para reflexionar y para poder renacer el Domingo de Pascuas con firmes propósitos.

Este año, como siempre, la campaña electoral coincidió con el tiempo de Cuaresma. Debería servir para aplacar ánimos y permitir una detenida reflexión que permita revisar objetivos de vida. Es un tiempo valioso para repensar el estado de cosas, especialmente para identificar las personas idóneas y más capaces para gobernar el país en el futuro inmediato.

Una mirada al ambiente que ha dominado la campaña exige desechar de raíz los antivalores que han hecho su agosto en el escenario nacional. Por el lado de lo positivo, la firma del Pacto Ético Electoral pareció ser un efectivo punto de partida para afianzar las buenas prácticas entre los contendientes políticos. Un clamor de muchos sectores de la sociedad logró, al final, que todos los partidos y candidatos presidenciales se adhirieran al Pacto. Al menos desde el punto de vista formal, el Pacto es un referente de una conducta ejemplar en campaña electoral.

La jerarquía de la Iglesia Católica ha efectuado repetidos llamados, desde el púlpito y fuera de él, por una cordura y una conducta edificante que deba regir en las relaciones entre los ciudadanos durante la campaña.

Por su lado, la cruzada promovida por el Tribunal Electoral, llamando a cultivar valores como el respeto, la tolerancia, transparencia y honestidad en la conducta de candidatos y electores, ha sido un intento aleccionador y reformador. Esa campaña ha sido acompañada de la permanente aspiración puesta de manifiesto por una opinión pública que solicita claridad, precisión y transparencia en las ofertas electorales, y sobre el origen de los dineros utilizados en campañas.

A contrapelo de esos esfuerzos, hemos observado un exceso de antivalores que en realidad nos avergüenzan, porque ofenden la inteligencia del ciudadano y rebajan el alto nivel que exige un debate cabal.

Si el fin justifica los medios, la llamada campaña sucia estará siempre justificada en la mente de quienes todo lo justifican en su ambición por el poder. Según ellos, denigrar y calumniar al contrincante y a su familia es un elemento normal de la contienda; lo indicado es destruir su credibilidad y negarle capacidad requerida para ejercer como autoridad pública. Las invasiones a las vidas íntimas de candidatos y sus familias, las imputaciones infundadas, las acusaciones anónimas y los falsos rumores esparcidos impunemente, especialmente a través de las redes sociales, han estado descaradamente a la orden del día.

Por supuesto que los ánimos caldeados por tales ofensas al honor de tantas personas inocentes seguramente conducen a las confrontaciones físicas como, lamentablemente, ya han ocurrido.

El aprovecharse de las necesidades del pobre o de la codicia del conocido juegavivo que no las necesita, ha ocasionado el bochornoso derroche de donaciones y obsequios que se otorgan con la infame intención de afectar el voto. Con dádivas, no con ideas, se intenta el favor del electorado. Estos políticos hacen su campaña a base de plata, no de ideas.

En ese ambiente, la mentira y la exageración campean por sus respetos. Se miente y se promete lo que sea necesario prometer, con el mayor desparpajo sin siquiera intentar detenerse a explicar los detalles de las mentiras. O justificarlos.

Mientras todo eso es natural en el mundo de nuestra política, el tiempo de Cuaresma, que ya finaliza, ha sido ocasión adecuada para que todos hagamos un alto y retornemos al camino de la decencia y de los valores morales. Si no estamos conformes con el ambiente que se respira, hagamos un alto para reflexionar y para poder renacer el Domingo de Pascuas con firmes propósitos de caminar la ruta que realmente convenga a la nación. Que somos todos.

EXDIPUTADA

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