• 08/07/2010 02:00

El verde es verde... la ecología política

Para nadie es un secreto la evolución y polarización ideológica de los gobiernos latinoamericanos. Las llamadas ideologías de derechas e...

Para nadie es un secreto la evolución y polarización ideológica de los gobiernos latinoamericanos. Las llamadas ideologías de derechas e izquierdas, fraguan una lucha silenciosa y tenaz. Estatización y Capitalismo salvaje, lo mismo que dictaduras chavistas y fascistas, son términos peyorativos, usados por los bandos en pugna para denigrar y satanizar al oponente.

En el fondo, pervive el deseo político de mantener el control y privilegios sobre más de 500 millones de latinoamericanos, hartos de promesas sobre una democracia participativa, igualdad y redención social, postergados y desnaturalizados inmediatamente después de una elección. Ante esto, desde el seno de los partidos políticos tradicionales y los ciudadanos independientes, surge un movimiento renovador que poco a poco va calando en la psiquis nacional. Principios básicos, como el rechazo a cualquier tipo de violencia, respeto a la vida, manejo transparente y eficiente de los recursos públicos, desarrollo eco-sostenible, priorización del interés colectivo sobre el individual, defensa de la Constitución Política, separación estricta de poderes, igualdad en el acceso a la justicia, focalización de las políticas públicas en los grupos vulnerables, coherencia entre fines y métodos (no al juegavivo), objetivos y políticas de Estado, no de gobiernos y la eliminación de toda clase de discriminación sexual, ideológica o de género, deben ser la matriz fundamental en donde debe incubarse todo Estado Democrático de Derecho.

En Panamá no sacamos buenas notas. Al momento, nos encontramos ante la más grande involución democrática en materia de derechos que hemos visto desde el fin del régimen militar. Derechos humanos y ambientales básicos, como el derecho a la tierra de las comunidades originarias, eliminación de estudios de impacto ambiental, minería a cielo abierto con pírricas regalías, se combinan con la afectación del derecho a huelga, a manifestarse, blindaje ante el abuso policial, escuchas telefónicas, populismo punitivo con aumento de penas al ‘hijo de doña Juana’, pero no al ‘hijo del de Cuello Blanco’. Finalmente, enfilamos nuestro mazo contra los menores delincuentes prolongando los períodos de detención y bajándoles la edad punible, sin fortalecer adecuadamente las herramientas de prevención.

Las consecuencias inmediatas son más que previsibles. Nuestro ambiente resentirá la acción depredadora de la falta de control y previsión. Veremos el fenómeno de los sicarios infantiles, menores de doce años y los ciudadanos, poco a poco, entenderán la vulnerabilidad de nuestro sistema democrático y exigirán una trasformación profunda, tanto de forma, como de fondo, en nuestro quehacer nacional.

Surge entonces una pregunta obligada... ¿Podrán nuestros partidos políticos, tanto del gobierno como de la oposición, herrumbrar de una manera creíble sus postulados ideológicos para que tengan el fermento necesario que haga crecer la trasformación institucional con el reverdecimiento de sus propuestas? o ¿deberá surgir una fuerza alternativa que coalicione en una nueva propuesta el sentimiento y sentido de impotencia de cientos de miles de ciudadanos? Solo el tiempo y la evolución de los acontecimientos nos darán una respuesta.

Mientras tanto la ‘Ecología Política’ toma fuerza como una línea de pensamiento supraideológica, al dejar de considerar la producción de bienes y el consumo como sinónimo de progreso. Sin los controles necesarios, la producción irremediablemente mermará nuestras reservas finitas de materias primas y energías. Saturándonos de desperdicios que afectaran no solo nuestro ambiente, sino el derecho de las siguientes generaciones a existir en condiciones dignas, al igual que las otras especies del planeta, porque todos estamos interconectados.

Trascienden los objetivos del medioambientalismo, propugnando cambios en los esquemas sociales y políticos dirigidos a reconceptualizar el progreso, no en cuánto producimos o nuestra capacidad de consumo (ingreso per cápita), sino a través del Índice de Desarrollo Humano, que combina la expectativa de una vida larga y sana, educación y dignificación de nuestra existencia...

*MIEMBRO DE LA ASOCIACIÓN CONCIENCIA CIUDADANA.

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