• 15/01/2014 01:00

Cosas de la vida

No todo lo que brilla es oro, no todo es poesía, no todo es amor y buen vivir, no todo es sonrisas. Y, aunque la vida esté llena de estr...

No todo lo que brilla es oro, no todo es poesía, no todo es amor y buen vivir, no todo es sonrisas. Y, aunque la vida esté llena de estrés, tensión y agobio, también la tenemos llena de motivos. Hasta el menos inteligente puede hacer de su vida una llena de buena cosecha, si fue buen sembrador. Sobre este particular, es bueno de vez en cuando detenerse y repasar paisajes de vida de grandes hombres y mujeres. Veamos las que escogí para ustedes:

Sobre la arrogancia de la ignorancia: Un joven universitario se sentó frente a un señor de edad, que devotamente pasaba las cuentas del rosario. El muchacho con la arrogancia de los pocos años y la pedantería de la ignorancia, le dijo: —Parece mentira que todavía hay gente que crea en estas ridiculeces. El anciano le responde: —Así es. ¿Tú no? El estudiante lanzando una carcajada le dijo: —¿Yo?, tire ese rosario y aprenda lo que dice la Ciencia. —¿La ciencia?, no lo entiendo, explícamelo, preguntó el anciano. Haciéndose el importante y en tono protector le dice: —Deme su dirección, le mando algunos libros para que se ilustre. El anciano sacó de su cartera una tarjeta de presentación y se la dio al muchacho y al leer lo que decía: ‘Louis Pasteur, Instituto Científico de Investigaciones de París’, se quedó atónito y no sabía dónde meterse. Louis Pasteur descubrió la vacuna antirrábica y había prestado precisamente con su ciencia uno de los mayores servicios a la humanidad. Pasteur el gran sabio científico nunca ocultó su convicción religiosa.

Sobre la opinión de los demás: Un maestro le preguntó a sus alumnos: —¿Qué opinión debe importarle más a un hombre? Las respuestas fueron tres. La de los otros hombres, la de la familia y la de los amigos. El maestro contestó: —Todas esas opiniones son importantes, pero ninguna más importante que la tuya. A los demás los podemos engañar, a nosotros mismos, no. Más temprano que tarde la verdad sale a relucir. Entonces nos vemos cuáles somos y nos juzgamos sin equivocarnos. Tal es el juicio final. No importa lo que los demás digan bien de ti, si de ti mismo piensas mal. Y nada importa si piensen mal de ti, si tienes la conciencia limpia.

Pagar bien por mal: Un soldado quedó confundido cuando escuchó al general Robert E. Lee elogiar a otro oficial y le dice: —General, ¿sabe usted que el hombre del cual habla tan bien es uno de sus peores enemigos y que anda por allí difamándolo? Lee le responde: —Sí, pero a mí me pidieron mi opinión de él, no la que él tiene de mí. Inspiradora ilustración de todo un caballero, de devolver el bien por el mal. Cosa que no es fácil. Abraham Lincoln dijo una vez: —La mejor forma de derrotar al enemigo es hacerlo tu amigo.’.

Cuando las apariencias engañan: Un día llegó este hombre hasta la Facultad de Física de una prestigiosa universidad, vestido con un overol y en sandalias. Pidió una entrevista con el decano. La secretaria le indicó que estaba en una reunión. Eran las ocho de la mañana y se sentó a esperarlo. A las dos de la tarde la secretaria, al observar su insistencia, buscó al decano que salió y luego de saludarlo le dijo: —Vengo a pedir trabajo como docente de Física. El decano miró su apariencia de arriba abajo y su aspecto era la antítesis de un profesor universitario. El decano para quitárselo de encima lo invitó a que lo acompañara. Entraron en una sala donde había una media docena de docentes universitarios, por cierto, bien ataviados. El decano le dijo: —Hace poco recibimos este libro como texto de guía intentando solucionar los problemas de Física que presenta. Si usted es capaz de resolverlos, lo contrato como docente. El hombre tomó el texto, se dirigió a una pizarra, tranquilamente comenzó a resolver uno a uno los problemas. Los docentes cambiaron la sonrisa de burla por una cara de asombro. Cuando terminó, el decano, le dijo: —¿Cómo pudo hacerlo? ¡Hemos estado aquí varios días sin poder resolver estos teoremas! El hombre respondió: —Yo soy el autor del libro.

Aunque la imagen cuenta, no hay duda de que la mejor manera de equivocarnos con las personas es al juzgarlos de antemano por el dinero que ostentan, la ropa que visten, por el carro que manejan, por la casa que tienen, hasta por la marca del reloj que usan.

Después que la ropa que vistas esté limpia, el carro te funcione, la casa te dé cobijo, y el reloj te dé la hora, tu rectitud de conciencia, valores humanos, y el cómo aproveches tu talento, es lo que cuenta. Lo demás, sobra.

Después de lo anterior, no tienes por qué sentirte diferente ni inferior a los demás. Eres parte de la humanidad. No esperes que otros piensen por ti, ni que hagan las cosas por ti y tampoco que decidan por ti. Cuídate de los que se creen superiores a ti, cuídate de los más vivos, de los que te hacen esperar y que les pidas el favor y que a las finales decidan que renuncies a tus derechos. No tengas miedo del qué dirán o, por el que se ríe de ti o, por el que no creyó en tus sueños. Cree en ti, ten fe en ti. Puedes tocar el firmamento si te lo propones. Solo inténtalo y verás...

ESPECIALISTA DE LA CONDUCTA HUMANA.

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