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- 27/07/2011 02:00
Violines infantiles
PERIODISTA Y DOCENTE UNIVERSITARIO.
E dwin y George tienen ambos 11 años y cursan el sexto grado en la escuela República de Chile. Sin embargo, uno proviene de Curundú y el otro de Mano de Piedra; aunque son lugares diferentes en la ciudad, la realidad comunitaria que viven es semejante. Pero ellos tienen una pasión en común; luego de salir de la jornada escolar, caminan unas cuadras al edificio Hatillo y al llegar, empiezan otra enseñanza, la del violín.
Estos niños forman parte de un programa cultural del Municipio de Panamá y aprenden a tocar el violín para interpretar música clásica; así se expresan de este arte y se describen ellos y su oficio. En su casi pubertad reconocen que les encanta, pues pueden interpretar estas manifestaciones y todo el repertorio posible de ejecutar con sus violines, cuyo ritmo les ayuda a evadirse.
Las melodías que interpretan son una forma de alcanzar un estado de plenitud, que la realidad no les brinda. ‘En la comunidad donde vivo hay mucha balacera’, afirma Edwin. ‘Hay gente robando y también matando; a veces hay hasta secuestros’. Para un niño aquí, es difícil imaginarse una vida diferente; el medio los hace duros, inflexibles y poco a poco pierden la sensibilidad.
Por su parte, George afirma que en su barrio, hay el mismo tipo de circunstancias que debe compartir cada día. ‘Acá, es igual. Hay problemas casi todos los fines de semana; en las fiestas de noche, hay pleitos’. Cuando sale en la mañana, debe tomar el bus de inmediato y, afortunadamente, pasa muy cerca de su casa, donde viven con sus padres.
El otro chico vive con una tía. Ella ha sido su sostén toda su vida. ‘Creo que cuando salí del hospital al nacer, ella me llevó’. La tía, como él la llama, fue quien se encargó de su crianza e hizo que entrara al programa musical que ahora le permite conocer todo un mundo nuevo, tan solo en medio año de haber iniciado sus estudios con el violín.
Estos infantes músicos interpretaron un conjunto de piezas durante la presentación de un libro para colorear del proyecto ‘Yo voy verde, y ¿tú?’ e impresionaron favorablemente a la audiencia, que no atinaba a creer lo que hacían estos menudos violinistas, que ya cuentan con una experiencia con los instrumentos, y además un conocimiento de la cultura en este campo.
‘¿Qué te gusta?’, le pregunté a Edwin y me contestó que ‘Carros de fuego’, ‘Titanic’, ‘Jingle Bells’ y cuando insistí en la melodía que era de su predilección, respondió que ‘Himno de la Alegría’. Y al querer medir su conocimiento, le inquirí por el nombre del autor, no dudó en mencionar a Beethoven. George coincidió en que era su favorita; ‘porque tiene algo que me gusta’, dijo con mucha soltura y seguridad.
Estos chicos ya se fijan metas; dicen que quieren ser como sus profesores de música para interpretar los instrumentos con la misma pericia y armonía; sobre todo porque ellos dominan un repertorio que les hace creíbles para los niños y jóvenes que se convierten en sus alumnos.
¿Puede la música cambiar las perspectivas de vida de jóvenes como estos dos que apenas entran a la adolescencia? Ellos son testigos en sus barrios de una cotidianidad con una expresión miserable, en la medida en que, hasta cierto punto, su supervivencia depende de un hilo muy delgado. Salir a la calle y regresar incólume, es una especie de premio en la ruleta de la suerte.
Por esa razón, el que tengan entusiasmo para estudiar violín e interpretar una música cargada con valores culturales, es una posibilidad de que su destino será otro, porque el arte les va a dar una sensibilidad y una mayor fortaleza para enfrentar los golpes diarios; así como esos clásicos que ellos interpretan, que tuvieron cada uno un perfil de vida muy especial.
Las manifestaciones de las que hacen gala Edwin y George servirán para abrir un mundo que quizás nunca iban a conocer; imaginarán y entonces crearán. Cada vez que hacen vibrar las cuerdas del instrumento con el arco entre los dedos, abren un futuro sublime, cargado de tesoros por descubrir.