• 14/08/2025 00:00

Las mujeres jóvenes, educación y empleo

Uno de los problemas más urgentes que enfrenta Panamá es el desempleo. Sin embargo, cuando se examina con lupa, se descubre que dentro de los principales retos que enfrentamos en el medio de esta crisis es el desempleo juvenil. Según cifras oficiales recientes, mientras la tasa nacional se ubica en 9,5 % de desempleo, la de los jóvenes se eleva hasta 17,8 %.

El panorama se agrava cuando se analiza por género, entre los jóvenes de 15 a 29 años, el desempleo masculino alcanza 13,7 %, pero en las mujeres se dispara hasta 23,4 %. Esto significa que prácticamente una de cada cuatro mujeres jóvenes o, si lo preferimos en cifras crudas, 24 de cada 100, no encuentran empleo. Una realidad que no solo refleja desigualdad, sino que también revela una alarmante pérdida de talento en el segmento de población que debería estar impulsando la economía.

Panamá ha sido, en las últimas dos décadas, una de las economías más dinámicas de América Latina, impulsada por ventajas estratégicas como su ubicación geográfica o el Canal de Panamá. El crecimiento previo a la pandemia nos colocó como un referente regional, al punto de que algunos nos bautizaron como “la Dubái de América”.

Sin embargo, la ralentización económica entre 2014 y 2019, sumada al duro golpe del COVID-19, provocó una importante pérdida de empleos y evidenció nuestras vulnerabilidades. Hoy, el reto es claro, no podemos seguir dependiendo de un solo motor de crecimiento. Necesitamos diversificar nuestra economía en un contexto global que cambia vertiginosamente y que exige cada día mayor adaptabilidad a las naciones del mundo.

El país debe dar el salto hacia un modelo más productivo, innovador y resiliente, que no solo sostenga las cifras macroeconómicas, sino que también se traduzca en empleos formales, que impacte la vida de los ciudadanos, con mejor remuneración y en oportunidades reales para toda la sociedad. Apostar por la educación de calidad, la modernización tecnológica y la promoción de sectores emergentes será clave para que Panamá deje de depender del azar geográfico y se consolide como una nación competitiva, próspera y socialmente inclusiva.

Este proceso comienza por comprender qué buscan hoy las empresas en los jóvenes que aspiran a un puesto laboral. Necesitamos un Estado que entienda qué tipo de profesionales requiere el país para avanzar hacia una competitividad real en el mercado global; un sistema educativo que potencie las habilidades blandas de nuestra juventud y que impulse la formación en ocupaciones técnicas que permitan una verdadera incidencia en el desarrollo social y económico.

Actualmente, enfrentamos un desbalance grave, existen profesiones con tantos graduados que la oferta laboral no logra darles una oportunidad, lo que obliga a muchos a desempeñarse en actividades comerciales ajenas a su profesión. Al mismo tiempo, hay carreras con alta demanda en el mercado y muy pocos egresados para cubrir esas vacantes.

Si no corregimos esta desconexión entre la formación académica y las necesidades del mercado, seguiremos desperdiciando talento y frenando nuestro potencial de crecimiento. La educación debe ser la principal política económica del país, alineada con las transformaciones tecnológicas, productivas y sociales que hoy moldean el futuro.

Panamá está obligada a abrirle las puertas a cientos de jóvenes que hoy solo buscan una oportunidad para demostrar su talento. Es vital ofrecerles formación y acceso real a empleos dignos, que les permitan construir un mejor futuro para ellos y, al mismo tiempo, fortalecer el desarrollo de nuestro país.

*La autora es ciudadana panameña
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