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- 03/10/2012 02:00
Indígenas vs colonos
Un juez ha dictaminado en un proceso sobre un conflicto de tierras entre indígenas y colonos en la cuenca del río Sambú, Darién, que uno de los grupos en pugna debe desalojar las fincas donde vive y trabaja. Así, el otro podrá hacer valer sus derechos en este territorio que está en el centro de las diferencias.
Es un nuevo lugar de contradicciones entre familias de diferentes etnias, pero de una misma nacionalidad que se disputan un espacio en las orillas de una vía fluvial, en un ámbito donde confluyen este importante recurso hídrico, valles y las faldas de una cordillera que avanza en forma irregular hacia las serranías que colindan con la frontera colombiana.
El enfrentamiento no es nuevo y casi se remonta hasta la llegada de la primera oleada de inmigrantes campesinos chiricanos y santeños que empezaron a poblar esos lugares en los años sesenta y quizás antes; pues se tienen datos sobre los asentamientos de los primeros, previos a los azuerenses.
Tuve la oportunidad de vivir dos semanas en Sambú, con motivo de los primeros trabajos para definir la realidad indígena que daría como consecuencia el establecimiento de las comarcas, y capté la forma de vida de los tres grupos existentes en ese poblado.
Indígenas, colonos y negros compartían la cotidianidad marcada rítmicamente por un río que bajaba y subía su caudal de acuerdo a las mareas en su desembocadura. El transporte, el cabotaje y hasta las actividades productivas estaban determinados por esa variante y no había conflicto entre los nuevos pueblos aborígenes que se establecían como forma de demostración que existían comunidades de las etnias locales.
Hoy se han acentuado las diferencias y se pelean, incluso en el plano legal, la pertenencia de los linderos que la naturaleza ha marcado solo con accidentes o variaciones topográficas y donde el ecosistema brinda una belleza sin par. Una vez vi a un chico de doce años salir con una escopeta y una bala y regresó, luego del estampido del arma, con un puerco de monte que apenas podía sostener sobre los hombros.
Ahora el centro de la discusión es el usufructo de una ‘tierra’; así, sin la percepción que ella pertenece a un espacio donde al sumar los diferentes componentes ambientales, precisa no de una explotación, sino de cambiar el patrón de actividades para asentar un proyecto comunitario que haga a la zona, especial por el tipo de relación que se establezca entre los grupos que la habitan y su entorno.
Sambú no es un perímetro para instalar allí un reducto social específico. Él brinda un conjunto de servicios posibles dada su estratégica situación, una salida fluvial hacia el mar, un camino carretero hacia Garachiné y detrás, la espesura montañosa irrigada por un conjunto de afluentes que le dan su particularidad.
Las disputas prediales con acento étnico deben acabar y dar paso a proyectos que incluyan a los diversos grupos en torno a una noción de desarrollo sostenible. En este territorio hay que sacar el mejor provecho por parte de los sectores que allí hacen su vida en común. Se habla de pertenencia mas no de posibilidades de actividades, que sin reducir la belleza y biodiversidad, las aprovechen y superen la pobreza compartida.
Establecer en Sambú un conjunto de transformaciones productivas, requiere de diversas visiones, de una cultura que se ha ido forjando con quienes allí permanecen y una conciencia sobre las vocaciones que brinda este rincón darienita. Hacia este propósito deben ser orientadas las preocupaciones y no hacia la explotación y empobrecimiento del suelo por un reparto miserable.
PERIODISTA Y DOCENTE UNIVERSITARIO.