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- 30/06/2009 02:00
Sentido común vs. ideologías
Aún antes de tomar posesión de su cargo como presidente de la República, ya Ricardo Martinelli ha sido calificado “derechista”, “conservador”, y hasta de “retrógrado” por algunos analistas políticos, nacionales y de afuera. Estos calificativos forman parte del argot periodístico de nuestros tiempos.
Es el lenguaje con el cual los medios, en los países de tradición democrática, presentan a los personajes y a los acontecimientos políticos. Son simplificaciones que responden a ideologías más o menos definidas que se atribuyen a unos y a otros. Los socialistas, por ejemplo, son siempre de “izquierda” y “revolucionarios” , (los “buenos” ) y los no socialistas son “conservadores” o de “derecha” (los “malos” ). Sin embargo, al no aclarase el significado de los términos, estos son entendidos popularmente según las simplificaciones de los medios o por la ideología seguida. Esto no garantiza el conocimiento de la verdad; pues, ésta no depende de lo que digan los medios ni de la ideología.
El conservadurismo se asocia a la oposición a cambios sociales (muchas veces incomprendidos) y a la defensa de los valores tradicionales (cristianos), y por ello, aquél suele rechazarse por prejuicios antirreligiosos y juzgarse cual instrumento político de la Iglesia, como si ésta fuese la dueña de los partidos. De igual modo que los partidos conservadores no siempre actúan correctamente; los movimientos de “izquierda” tampoco lo hacen siempre. En uno y otro caso suelen dominar la ignorancia, los prejuicios y los intereses ideológicos. Pero, generalmente, el conservadurismo se compromete a defender y a conservar los valores tradicionales (cristianos), que informan la cultura heredada. Esta es la aportación más valiosa del conservadurismo en nuestras sociedades. Mediante esta posición, en lo político y en lo social, se conservan la “identidad” y la esencia de los pueblos de la “cultura occidental cristiana”.
El error de los anticonservadores, quienes se ven a sí mismos como progresistas, consiste en rechazar los valores tradicionales relacionados con la vida humana como valor supremo, y la familia como célula básica de la sociedad, anterior al Estado, su servidor; por lo que, inevitablemente, chocan contra la iglesia, custodia de esos valores de derecho natural. En este afán antirreligioso y antieclesial, tratan las “izquierdas” de imponer una cultura laicista fundamentalista que ha hecho suyas la despenalización del aborto, la eutanasia y la destrucción de la familia tradicional.
Además de los ingentes problemas heredados, el presidente Martinelli se enfrentará a estos otros, importados, definidos como política internacional de Washington, y que imponen mediante programas ideológicos asistenciales de las Naciones Unidas.
Un gobierno inteligente se libera de ataduras ideológicas y recurre al sentido común. No todo es malo en las izquierdas ni todo bueno en el conservadurismo; ni al revés.
El futuro presidente ha sido “denunciado” como “conservador”. Espero que así sea. Ser conservador ante la delincuencia y liberal ante el comercio. El país necesita avanzar hacia el rescate de los valores perdidos de familia, honestidad, honradez, respeto a la dignidad humana; a las leyes y a las normas de sentido común de convivencia pacífica; manifestaciones éstas y otras en una cultura perdida en aras de una supuesta modernidad carente de valores, procaz y teñida de muerte, como la cultura que promueve.
-El autor es comunicador social.miguelespinop@hotmail.com