La comunidad de Tortuga se ha convertido en un ejemplo de aprovechamiento sostenible en Panamá, tras la puesta en marcha de su plan de manejo comunitario...

La situación en Bocas del Toro ha llegado a un punto crítico. Los enfrentamientos entre moradores, docentes y fuerzas del orden público no son simples incidentes: son el reflejo de un país que no está escuchando. La imposición nunca ha sido sinónimo de solución. A la fuerza no se logra nada duradero, nada justo, nada que verdaderamente construya. La reciente aprobación de la llamada “ley bananera”, resultado de un diálogo entre partes, es un paso importante, pero claramente insuficiente. La exclusión de otros sectores sociales del debate ha encendido más que apaciguado los ánimos. El diálogo no puede ser entendido como un simple trámite político; debe ser un proceso amplio, honesto y participativo que recoja todas las voces de una región históricamente marginada. Las pérdidas económicas ya son incalculables, pero más grave aún es el desgaste social, la desconfianza y el riesgo real de más violencia. Muchos, disfrazados de legítimos manifestantes, están causando el caos. El gobierno tiene en sus manos la posibilidad de transformar esta crisis en un punto de inflexión. Pero eso solo será posible si se convoca a un diálogo amplio, transparente y sin condiciones, donde se escuchen todas las voces de Bocas del Toro y del país. Un diálogo sin garrote, de ningún bando. Porque en democracia las soluciones se construyen con razón, no con intransigencia ni afán de protagonismo.