Panamá atravesó una de las huelgas docentes más largas de los últimos años: 80 días sin clases en el sistema público. Ocho semanas en que los estudiantes quedaron desconectados del aprendizaje. Se requiere un plan serio para recuperar el tiempo perdido. Organismos internacionales como Unicef y Unesco han planteado al Gobierno panameño extender el calendario escolar y convertir esta crisis en un punto de inflexión para reformar el sistema educativo. Por su parte, el Ministerio de Educación ha descartado esa idea y desde el sector magisterial no se oponen a la propuesta de los organismos internacionales. Ante el complicado panorama educativo, no debemos prescindir de todas las opciones reales y viables para recuperar lo perdido ¿Dónde están las soluciones? ¿Dónde están los refuerzos académicos, las estrategias compensatorias? ¿Cómo se pretende evaluar a estudiantes que no han completado los contenidos mínimos? ¿Cómo se gradúa una promoción que no ha sido formada plenamente? Lamentablemente, las brechas de desigualdad se amplían cada día y la confianza ciudadana en el sistema es cada vez más débil. Las consecuencias no pueden resolverse con retórica. Hace falta una política clara, con cronogramas, presupuestos, formación docente urgente, uso inteligente de tecnologías y una articulación real con las comunidades. Hay que dejar de administrar la educación como si fuera una carga burocrática y empezar a tratarla como lo que es: el motor del país que queremos construir. Si no se actúa con visión, esta crisis no solo será una pérdida de clases, sino de rumbo. Y lo que está en juego no es un calendario escolar: es el futuro de Panamá.

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