José Jerí Oré, prometió en su primer discurso en el cargo empezar a construir las bases de la reconciliación del país, que atraviesa “una crisis constante...

La Unión Europea insiste en mirar a Panamá como un paraíso fiscal. Una decisión que sorprende y decepciona, porque ignora los avances que el país ha demostrado con hechos, no con promesas. El veredicto europeo, anunciado este viernes, incluye a once jurisdicciones que la UE considera “no cooperativas” a efectos fiscales. Entre ellas, Panamá. Pero esta clasificación ignora una verdad que la comunidad internacional conoce: Panamá ya salió de la lista de blanqueo de capitales de la propia Unión Europea, luego de demostrar avances sustanciales en materia de prevención, control y cooperación internacional. Sería ingenuo negar los errores del pasado. Panamá fue, durante décadas, sinónimo de opacidad financiera, un refugio cómodo para capitales que escapaban de la luz. Pero reducir hoy al país a esa caricatura es injusto y miope. En los últimos años, las autoridades panameñas han fortalecido la supervisión de su sistema bancario, actualizado la legislación contra el lavado de dinero, mejorado los mecanismos de intercambio de información y adoptado estándares globales promovidos por el GAFI y la OCDE. Panamá no es el mismo de ayer. Ha asumido su responsabilidad, pero sigue pagando por percepciones que ya no reflejan la realidad. El señalamiento injusto afecta la reputación de un país que trabaja para ser parte del sistema global en igualdad de condiciones. Eso sí: el golpe debe servir de advertencia. Panamá no puede limitarse a defenderse; debe redoblar su estrategia internacional, comunicar mejor sus logros y consolidar una diplomacia fiscal que exija respeto, no indulgencia.