La historia de Panamá y Estados Unidos tiene más de un siglo. Cierto es que esta relación ha pasado por altas y bajas, también lo es que no estamos en tiempos de la patria boba, donde los panameños aceptábamos la imposición. De hecho, ya el embajador estadounidense ha aclarado que el tema de las bases no está en agenda, aunque sí lo relacionado al crimen organizado y el narcotráfico. Y es que los panameños quieren que cualquier conversación se dé de cara a la opinión pública. Es oportuno este encuentro, más cuando el expresidente Barack Obama ni siquiera invitó a la Casa Blanca al presidente Juan Carlos Varela e hizo un desplante a los panameños con la inauguración de la ampliación del Canal, donde su enviada fue la esposa del vicepresidente saliente; si a esto le agregamos que la fiesta del 4 de julio se hizo un día antes de la inauguración y a bordo de un barco destructor; que Panamá fue sometida a una humillación internacional con los papeles de Mossack & Fonseca y que la OCDE nos ha tratado a patadas, donde el Gobierno de Obama era parte, este encuentro representa un volver a conversar o un llamado a ver qué es lo que dice Panamá después de estas humillaciones. Varela tiene que ir preparado, sobre todo si el tema de la lucha contra el narcotráfico está en agenda. Y es que aquí nos gastamos millones y millones de dólares controlando el narcotráfico que se nutre de la venta de estupefacientes en Estados Unidos. Varela debe exigir que Estados Unidos nos compense por esa lucha, porque son millones de dólares que bien pueden usarse para invertir en carreteras, hospitales o agua potable. Es un encuentro en el que tenemos que hablar de tú a tú y de forma franca.

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