La campeona panameña combina su pasión por el poomsae con su formación en Psicología, demostrando que el equilibrio mental es clave en el alto rendimiento...
La educación en la Comarca Ngäbe‑Buglé se ha convertido en una paradoja sangrante: un derecho que exige arriesgar la vida para cumplirlo. Este mes, dos niñas de 5 y 8 años murieron arrastradas por la corriente del río que cruzaban para regresar a sus hogares por asistir a clase. Según un reciente informe de la Fundación para el Desarrollo Sostenible de Panamá y Jóvenes Unidos por la Educación, en la comarca se han registrado entre 55 y 70 muertes de estudiantes en los últimos 25 años, simplemente por cruzar ríos o caminos peligrosos para llegar a la escuela. Esto no es un problema de “mal tiempo” o tragedia natural: es la consecuencia de una omisión sistemática e histórica del Estado en garantizar lo más elemental, educación accesible y segura. El informe lo dice con claridad: “el derecho a la educación no debe ponerse por encima del derecho a la vida”. La geografía montañosa, la escasa infraestructura, la falta de transporte y de puentes adecuados son rutas de muerte para quienes deberían estar aprendiendo. Ante esta tragedia no podemos mirar para otro lado. Es irrenunciable que las autoridades declaren ésta una crisis educativa y de infraestructura en la zona. Que se construyan puentes ahora. Que se garantice vida y escuela, no escuela a costa de la vida. Porque, el estudiar no debe ser héroe-acto, sino derecho garantizado.