Cuatro de los cinco jueces de la sala hallaron culpable al líder ultraderechista y a siete de sus aliados, entre ellos exministros de su Gobierno (2019-2022)...

El panorama global de la democracia en 2025 es inequívocamente preocupante. Nueve años consecutivos con más retrocesos que avances, y más de la mitad de las 173 naciones evaluadas en declive, evidencian que la crisis democrática no es coyuntural, sino estructural. En este escenario Panamá se proyecta como un caso atípico en las Américas: avanza allí donde la mayoría retrocede. El Índice Global de la Democracia confirma que nuestro país ha mejorado en las cuatro dimensiones evaluadas: representación, derechos, Estado de derecho y participación. Sus procesos electorales gozan de creciente legitimidad, la participación ciudadana se expande y el fortalecimiento institucional da señales de resistencia frente a la corrupción. En una región marcada por la deriva autoritaria, Panamá se ubica en una franja media-alta que lo diferencia de países en grave retroceso, como El Salvador, Nicaragua o Perú. Sin embargo, este progreso no está blindado. Panamá enfrenta una encrucijada: consolidar su resiliencia democrática o ponerla en riesgo por decisiones de corto plazo. El Gobierno no puede permitirse acciones que vulneren los equilibrios institucionales ni dar cabida a un tono autoritario. La fortaleza democrática panameña no se sostendrá si los principios básicos —como la libertad de prensa e información, la independencia judicial y el respeto a la oposición— son debilitados. La lección es clara: en un mundo en retroceso, Panamá puede ser un referente.