El ataque se produjo mientras se desarrolla en la provincia canadiense de Alberta una cumbre del G7 en la que el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski,...

Panamá, con su abundancia de ríos, lluvias y reservas hídricas, vive una contradicción inaceptable: muchos ciudadanos no tienen acceso regular al agua potable, y la crisis de Azuero ha puesto en evidencia el mal cuidado de nuestras reservas. En la capital, los cortes son frecuentes y afectan hospitales, escuelas y hogares. En el interior, comunidades enteras sobreviven sin una gota limpia, obligadas a depender de fuentes contaminadas. Afortunadamente, la mirada pasiva de los exgobernantes ha sido contrarrestada por el Gobierno actual, pero hace falta más. Panamá no sufre una crisis de escasez natural, sino una crisis de gestión y prioridades. El acceso equitativo al agua potable no puede seguir siendo postergado ni tratado como un favor político en tiempos electorales. Es una deuda moral y constitucional. No basta con repetir que somos un país hídrico. Hay que actuar como tal. La solución pasa por una reestructuración profunda de las instituciones encargadas del agua, inversiones estratégicas en infraestructura moderna, programas de educación ambiental y un marco legal que proteja nuestras cuencas hidrográficas. Es hora de dejar de malgastar la abundancia que tenemos y comenzar a gestionar con responsabilidad, visión de futuro y justicia social. El agua no es solo un recurso: es un derecho.