¿Al fin qué?

Tardías e insuficientes resultan las recientes explicaciones del director del FIS, Giacomo Tamburrelli, sobre las irregularidades en su institución. Lejos de aclarar la situación, los argumentos de Tamburrelli la han vuelto aún más confusa. Nos parece incoherente, por decir lo menos, defender la idoneidad de la firma consultora contratada por él para auditar el FIS y avalar sus conclusiones a la hora de afirmar que se defraudó la institución, pero rechazarlas en lo concerniente a la participación de los diputados en el ilícito. ¿Al fin qué? ¿Es creíble la consultoría, o no? Desafortunadamente todo este enredo, del que hasta ahora nadie sale bien librado, adquiere cada día un mayor tufillo político. Todo parece indicar que el director mandó matar el tigre y después se asustó con la piel. Y que de sus temores terminó presa también la administración, que se ha mostrado vacilante a la hora de actuar en el saneamiento de una institución que había anunciado que iba a acabar, pero que en mala hora terminó por revivir.