• 25/12/2011 01:00

Navidad

La Navidad es algo irónico en estos tiempos: ¿Cómo aceptar las enormes desigualdades que la evolución comercial de nuestra especie ha cr...

La Navidad es algo irónico en estos tiempos: ¿Cómo aceptar las enormes desigualdades que la evolución comercial de nuestra especie ha creado? ¿Cómo es posible que el nacimiento de Jesús se celebre gastando enormes cantidades de dinero, cuando María lo parió en un pesebre rústico? ¿Qué propósito tiene cenar jamón con champaña, si ellos apenas comieron algunos dátiles? A pesar de su origen humildísimo, Jesús llegó a ser el Rey que más nunca tuvimos, tal vez porque no lo merecemos, precisamente por haber traicionado el sentido y las perspectivas de aquel grandioso acontecimiento, ratificadas en la Cruz 33 años después. El nacimiento de Jesús no debería celebrarse como lo hacemos, sino dedicar jornadas de reflexión sobre aquel hecho, por lo menos en lo que se narra en los evangelios sinópticos. Empero, no puede negarse que la fecha produce un detentum en la azarosa cotidianidad y hay que reconocer que la familia se reúne en júbilo y hasta oran algunas, pero poco cambia, porque solo dos días después todo vuelve a ser lo mismo. ¿Cómo es posible que 2011 navidades no hayan producido ningún cambio en nuestras conductas pascuales, y este a su vez influir en las cotidianas? Bajo este cúmulo de inquietudes, sin embargo, deseamos que esta Navidad —y todas las que nos quedan sobre este planeta— sean, además de dichosas y pródigas en alegrías familiares, el preámbulo de significantes cambios... Realmente los necesitamos todo 2012 y para nuestras descendencias.

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