Tres meses atrás, Barack Obama se convirtió en el primer presidente estadounidense en funciones en visitar Hiroshima, la ciudad japonesa que sufrió la destructora fuerza de una bomba atómica durante la Segunda Guerra Mundial, su presencia en el monumento a los miles de muertos sirvió para recordar lo absurdo de la utilización de la fuerza militar nuclear que puede borrar del mapa ciudades y poblaciones enteras. También, el concierto de naciones ha visto con renovado optimismo el último acuerdo nuclear con Irán, y el cumplimiento de esta nación de las exigencias del Organismo Internacional de Energía Atómica. Pero ayer, fue un día de enorme retroceso para el mundo, luego que Corea del Norte, en su desenfrenado programa nuclear hizo detonar su quinta prueba de una cabeza atómica que puede acoplarse a sus misiles. Esto no se puede pasar por alto, la intensidad de la deflagración fue de diez kilotones, convirtiéndose en la mayor desde que inició este programa en 2006. Hay que sumar las recientes declaraciones del líder norcoreano Kim Jong-un para que el programa nuclear se acelere y se den más explosiones de bombas atómicas. Aunque parece descabellado que en pleno siglo XXI y después de las terribles tragedias que la humanidad ha vivido, estemos hablando de esto, urge que el concierto de naciones haga entrar en razón al Gobierno de Pyongyang, y no vivamos enfrentados a la posibilidad de la insania de utilizar militarmente estas bombas norcoreanas.

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