Hace solo dos meses Mauricio Macri, en un discurso al país, le aseguró a los argentinos que lo peor ya pasó y auguraba años de crecimiento económico. Pero esta semana, ante el desplome del peso, a pesar de la subida del 40 % de las tasas de interés y de haber metido en el torrente monetario $5000 millones para fortalecerlo y tratar de cortar el pánico cambiario, Macri ha tenido que ir de rodillas ante el FMI en busca de un crédito de emergencia. Ese pedido es la historia de un fracaso como resultado del altísimo endeudamiento, $59 000 millones entre el 2016 y 2017, el doble del contraído por Arabia Saudita en el mismo periodo. Con la pérdida de valor del peso, los argentinos han asistido impotentes al enorme incremento de todos los servicios públicos. Ahora en su maletín de primeros auxilios el FMI trae como medicinas un mayor ajuste fiscal, más impuestos, reforma laboral y entrega del mercado interno. Los pasados ajustes salvajes del FMI han derribado Gobiernos en Argentina. La gravedad argentina, no es la misma que la de Panamá, por la salvaguarda del dólar como moneda circulante, pero es una advertencia ante la ligereza de enfrentar el gasto público con endeudamiento. Hasta marzo pasado el Gobierno había contratado deuda pública por más de $6000 millones, algo sin precedentes. En solo un año el Gobierno incrementó el gasto público en cerca de $800 millones, cuando los ingresos cayeron un 3 % y el déficit fiscal ronda los $600 millones. Distintas voces están advirtiendo de un ciclo de desaceleración de la economía, pero el Gobierno prefiere 100 aduladores que un sabio consejero.

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