• 11/09/2016 02:00

Políticas que enferman y matan

Políticas sanas y de bienestar deben ser nuestra prioridad

Reed Brody, abogado y portavoz de Human Rights Watch y reconocido mundialmente como cazador de dictadores, ha argumentado irónicamente por mucho tiempo que si matas a una persona, te llevan a la cárcel; si matas a veinte, te llevan a una institución para criminales dementes; y si matas a 20 000, te mandan al exilio con título de asilo político. Por eso resulta relevante la pregunta, ¿dónde mandarían a los políticos responsables de causar enfermedades crónicas y muertes prematuras de millones de personas? Siguiendo la lógica de Brody, los mandatarios y legisladores que crean leyes y políticas que causan enfermedades, al igual que los gerentes de grandes corporaciones que las cabildean, terminan con fama y buenos salarios, disfrutando de una vida de lujo e impunidad.

Para entender un poco más sobre las políticas que enferman y matan, encontré el libro How Politics Makes Us Sick , que revela una serie de epidemias que se han creado desde finales del siglo pasado y que han tenido un enorme costo en términos de morbilidad, discapacidad, angustia y muerte de millones de personas en el mundo; sin embargo no han dado lugar a la condena de las políticas que las han provocado ni de los políticos que las han implementado. De acuerdo con los autores Ted Schrecker y Clare Bambra, profesores de Salud Pública en la Universidad de Durham, estas epidemias son la obesidad, la inseguridad, la austeridad y la desigualdad, y que debido a una fórmula devastadora de gestión pública, cada vez se acentúan más y son más mortales.

Las políticas que Schrecker y Bambra ponen de relieve incluyen la desregulación del trabajo, la privatización de los servicios públicos, recortes de presupuestos y subsidios, rebaja de impuestos corporativos, promoción de incentivos al comercio, fomento de la inversión y creación de topes a deudas públicas. Los autores analizaron el efecto de mortalidad de cada una de estas políticas, epidemia por epidemia, y observaron que los índices de obesidad se dispararon y hoy día sobrepasan un 25 % en niños y más de 35 % en adultos. Típicamente clasificada como una cuestión de conducta desordenada o comportamiento inmoderado, de hecho la obesidad tiene el mismo ritmo de las políticas neoliberales ensayadas en los años 80, y que llevaron a la pérdida de empleos, reestructuración social y disminución de ingresos. Al mismo tiempo, los alimentos procesados de alto contenido energético se masificaron y sus precios bajaron de forma importante, así como igualmente aumentaron los subsidios a la industria del maíz y causaron una sobreproducción, que luego trajeron como consecuencia la adición indiscriminada y sin regulación de azúcares de maíz a los alimentos procesados. Además, la industria del azúcar recibió respaldo de los Gobiernos y desde entonces intenta, por todos los medios, evitar que la Organización Mundial de Salud recomiende límites a su consumo.

Mientras tanto, la implementación de estas políticas permitió la penetración a gran escala de la inversión extranjera y el comercio. Por ejemplo, luego de la puesta en marcha del NAFTA en 1994, las importaciones baratas de maíz provenientes de Estados Unidos desplazaron a más de 2 millones de agricultores mexicanos y las corporaciones transnacionales de alimentos invadieron el sector minorista de comida en todo el país. Junto con la comercialización de sodas y alimentos preparados ricos en energía, estas políticas hicieron que las sodas fuera más barata, más accesible y más segura que el agua (por lo menos en términos de contenido bacteriano). Igualmente, esta epidemia de políticas rampantes causó que países como Panamá sean un semillero de la diabetes y demás enfermedades no transmisibles, la principal causa de muerte desde el año 2000.

Las otras tres epidemias discutidas por los autores, la inseguridad financiera, los recortes de beneficios sociales y la creciente desigualdad, son literal y metafóricamente causantes de muchas enfermedades y muertes en el mundo, además de producir enormes gastos en salud pública. Las pruebas presentadas son sólidas para hacer un caso convincente e incriminar a los políticos que mantienen una agenda pública conveniente. De allí la urgencia de que las autoridades revitalicen sus agendas y replanteen el concepto de bienestar público de modo que podamos como sociedad revertir las repercusiones de malas políticas de las últimas décadas.

Sin duda, la construcción de políticas sanas y de bienestar debe ser nuestra prioridad como República y entender que su creación será una lucha cuesta arriba, porque requiere de una acción persistente y colectiva para eliminar las estructuras de poder dominantes y curarnos para siempre de esos males perennes.

*EMPRESARIO, CONSULTOR EN NUTRICIÓN Y ASESOR EN SALUD PÚBLICA.

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