• 14/04/2011 02:00

La otra guerra de Obama

L ibia se convirtió en la primera guerra del presidente Barack Obama. Las de Afganistán e Iraq, las había heredado. En ese contexto el m...

L ibia se convirtió en la primera guerra del presidente Barack Obama. Las de Afganistán e Iraq, las había heredado. En ese contexto el mandatario estadounidense realizó su reciente gira latinoamericana para lanzar su iniciativa de una ‘asociación entre iguales’. ‘Estados Unidos se asociará a países dedicados a fortalecer la democracia. Respaldará gobiernos abiertos al juicio ciudadano’, afirmó en Chile. Pero advirtió que Washington frenará a aquellos que ‘buscan silenciar a los opositores que tienen la audacia de exigir que se respeten sus derechos universales’.

Sin embajadores y crecientes fricciones en varias capitales latinoamericanas, Obama tiene que mostrar fortaleza. En la coyuntura, el presidente Juan Santos de Colombia se proyectó como un líder regional que genera simpatías en la Casa Blanca. Para Washington Santos ha marcado una diferencia del estilo mafioso de su antecesor y una ética pública desconocida por Álvaro Uribe.

Después del fiasco de venderse como el instrumento capaz de hacer girar el péndulo regional hacia la derecha, el presidente Ricardo Martinelli es un gobernante aislado en el contexto regional. Hasta el mandatario de Honduras, Porfirio Lobo, producto de elecciones ilegítimas, está regresando a la OEA de la mano de Santos y del presidente Hugo Chávez. El legado que está dejando Martinelli es el de un país sin rumbo ni principios. Ha convertido al Estado en una agencia de empleo para familiares, amigos y socios del poder. Al infinito apetito político se suma la glotonería por la riqueza de la Nación que pertenece a todos los panameños.

Las revelaciones de los cables del Departamento de Estado —filtrados por WikiLeaks— no dejan dudas de que Washington está empeñado en encontrar el hilo conductor que llegue hasta las máximas instancias de poder en Panamá.

Ana Matilde Gómez, la destituida procuradora general de la Nación, denunció la pérdida de documentos del expediente de David Murcia Guzmán que lo relacionarían con Martinelli. No hay que olvidar al primo Ramón Martinelli Corro, preso en México por lavar decenas de millones de dólares a través del Aeropuerto Internacional de Tocumen. Junto con las revelaciones de Murcia, Edgar ‘La Barbie’ Valdés y el ex gobernador Armando Villanueva, todos extraditados y en poder de la justicia estadounidense, también se asoma la pregunta sobre cuántos empresarios y políticos panameños tendrán evidencias suficientes como para iniciarles un proceso judicial en Estados Unidos.

Con el paso de los meses, la Casa Blanca ha dejado claro que rechaza el estilo del autócrata panameño. Obama no lo ha invitado a Washington ni en visita de trabajo, mucho menos en visita oficial y ni soñar con una visita de Estado. La única posibilidad inmediata es una cita, al margen de la visita privada de Martinelli a la capital estadounidense, organizada para finales de abril por el judaísmo internacional. Precisamente la administración estadounidense mostró su desagrado con Martinelli por sus lazos con la empresa de espionaje israelí Global CST. En ese marco se armó el supuesto complot contra el gobernante con ingredientes del alquimista de la ultraderecha republicana Roger Noriega.

Martinelli se identifica con el radicalismo republicano, empeñado en no dejar gobernar a Obama y minarle el camino hacia la reelección. Pero Obama posee una maquinaria tan sofisticada, que es capaz de derrotar a cualquier eventual oponente republicano. Las encuestas revelan que los mismos republicanos están convencidos de que repetirá en la Casa Blanca.

Mientras tanto el Departamento de Estado ha dejado al desnudo el verdadero carácter de Martinelli. El suyo es un régimen que corrompe todos los Órganos del Estado y los estamentos de seguridad y que persiste en una sistemática violación de los derechos humanos.

La tensión de Martinelli con Washington la mediatiza el Pentágono, que ha creado una fuerza de tarea sobre Panamá. Los cables diplomáticos han confirmado que el Pentágono está detrás del establecimiento de las bases aeronavales y le preocupa que el Canal pueda ser sometido a riesgos por revueltas internas producto de los desaciertos del régimen local.

El Pentágono presiona a Martinelli para que incluya en las reformas constitucionales la extradición de nacionales con juicios pendientes en Estados Unidos y permita que militares estadounidenses dirijan operaciones desde las bases aeronavales. Por el momento las reformas constitucionales se desinflaron con la escandalosa renuncia de Ítalo Antinori, mientras crecen las demandas de una Asamblea Constituyente. Nadie sabe, además, lo que hará la nueva comisión de notables. Lo único cierto es que por sus excesos autoritarios y sus vínculos con la ultraderecha republicana, Martinelli está colocado en el punto de mira de una guerra de baja intensidad que lo enfrenta con la Casa Blanca.

*PERIODISTA Y DOCENTE UNIVERSITARIO.

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