• 15/04/2011 02:00

Cuando las excusas se acaban

Por muchos años, como país, hemos sobrevivido a la parálisis y hasta el retroceso educativo culpando al pasado, a sus dirigentes y hasta...

Por muchos años, como país, hemos sobrevivido a la parálisis y hasta el retroceso educativo culpando al pasado, a sus dirigentes y hasta la complacencia. Lo cierto es que aún con el esfuerzo de algunos ministros, directores de escuelas y docentes, poco o casi nada ha cambiado en la organización y la cultura de nuestros centros educativos. Los estudiantes que asisten a las escuelas públicas del país, que representan cerca del 80% de la totalidad de la matrícula, continúan aprendiendo casi lo mismo y de la misma manera que en el pasado: recibiendo, memorizando y repitiendo información para pasar un examen, que tiene poco significado para ellos y aislado de su cambiante entorno sociocultural.

En general, cuando se aprecia el progreso de un país, se destaca la correlación entre su avance macroeconómico, el buen gobierno y el desarrollo de educación. Sin embargo, en el caso de Panamá ese progreso parece disociado de la formación del capital humano de su población. ¿Cuánto podrá sostenerse en el tiempo este hecho inusual en el comportamiento de las naciones?

Según Andrés Oppenheimer, destacado periodista latinoamericano, en su interesante y publicitado libro ¡Basta de historias!, los países que más avanzan en el mundo reúnen una serie de condiciones definitorias, dentro de las cuales se destaca el mejoramiento continuo de sus sistemas educativos. En ellos la educación es factor fundamental para su prosperidad. En su amplio recorrido por diversos países del mundo, este autor pudo apreciar que las naciones que más evolucionan hacia la economía de la información del siglo XXI, comparten intereses educativos que son comunes a sus respectivos gobiernos y sociedades.

En países como Finlandia, Japón, Singapur, Uruguay, Corea, Chile, Brasil, India y China, parte del recorrido realizado, pudo reconocer el elevado valor que tiene la educación para esas naciones. Aprender continuamente y emprender con base en el conocimiento es la doctrina que unifica el interés de las familias, gobernantes, empresarios, académicos y dirigentes importantes. Para ello, la universalización de la escolaridad preescolar, básica y media con elevados estándares de calidad, representa la tarea nacional por excelencia. Son sistemas educativos sometidos a constantes evaluaciones tanto internas como externas (PISA, TIMSS), que permiten reconocer las fortalezas y, sobre todo, las debilidades que impiden su desarrollo y competitividad como nación.

La asistencia a la escuela de toda la niñez y la juventud, sin exclusión, en diversas jornadas, con calendarios y horarios extendidos, para asegurar un aprovechamiento escolar óptimo, es parte de este compromiso. Años escolares de doscientos a doscientos cuarenta días, con jornadas de cinco a ocho horas reloj intensivas de clases, y con periodos complementarios de reforzamiento académico en las tardes o noches, en casos de estudiantes con dificultades en las aprendizajes; el aprendizaje intensivo del Inglés y de la tecnología informática, definen en muchos de esos países el modelo de funcionamiento del sistema escolar.

El factor decisivo de ese modelo eficiente de educación, es la calidad del personal docente. Ninguno de esos países pudo mejorar sus sistemas educativos sin docentes bien formados, seleccionados, remunerados y motivados. Allí donde la incomprensión de los líderes de los sindicatos magisteriales se constituía en un obstáculo para producir las reformas necesarias en los procesos de aprendizajes, los gobiernos y también los padres y madres de familia lograron encontrar mecanismos que permitieran liberarse de los mecanismos opresivos que impedían a los niños y niñas pobres obtener una formación de calidad.

De las lecciones más importantes en ese sentido, que conviene aprender, es que los docentes son buenos porque son debidamente seleccionados, entre los mejores, al entrar a formarse en las facultades de educación; porque siguen un proceso riguroso de formación profesional donde la práctica universitaria bien supervisada en escuelas, es una experiencia esencial y, al final, para graduarse y entrar al sistema educativo, deben pasar un examen final que valore las competencias profesionales y personales. Estos sistemas educativos poseen docentes con elevada identidad y reconocimiento social, similar o superior al de profesionales bien valorados en la sociedad como médicos, ingenieros y arquitectos.

Para ello, estos docentes reciben adecuados salarios base e incentivos económicos, de acuerdo a los resultados de las evaluaciones de aprendizajes alcanzados por sus estudiantes en las pruebas nacionales e internacionales. Es decir, las oportunidades de mejoramiento salariales son directamente proporcionales a la buena formación profesional y los rendimientos en el aula obtenidos por sus alumnos.

Este libro rojo de Oppenheimer, también es una nota de alerta. No deja de asombrarnos en sus cuatrocientas veintidós páginas algunas malas y perniciosas prácticas enquistadas en ciertos sistemas educativos latinoamericanos. Prácticas que se erigen cuales muros vergonzosos de contención a un movimiento mundial que se expande rápidamente, reivindicando el papel de la educación como derecho consustancial a las personas y factor determinante para el desarrollo de los pueblos.

Una buen aparte de este análisis pone en evidencia la importancia de la educación superior en la nueva economía y sociedad. Esos nuevos signos revelan la trascendencia del acceso de la población a los estudios superiores de calidad, a las carreras y ofertas académicas que responden a las nuevas exigencias sociales, al incremento de profesores con formación doctoral, al número de investigadores, al desarrollo de la investigación, la innovación tecnológica, las patentes y publicaciones científicas dentro de las universidades, así como a la vinculación de la academia con el sector productivo y las comunidades pobres del país. De especial significado es la referencia a la internacionalización, con canales de movilidad estudiantil y docente para vivir y aprender en otros sistemas y culturas, a ser ciudadanos y ciudadanas del mundo global.

Una buena parte de esta agenda ha sido planteada en Panamá en diversos momentos, logrando adhesiones de importantes sectores; sin embargo, son escasos los avances logrados. Es hora de dejar atrás las excusas y retomar la tarea nacional por la educación.

*DOCENTE UNIVERSITARIO Y EX MINISTRO DE EDUCACIÓN.

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