• 24/05/2011 02:00

De asilo ‘político’, Tuza y WikiLeaks

H ay situaciones en nuestro país que ameritan mejores explicaciones. Una de ellas es el caso de doña María del Pilar Hurtado, hoy prófug...

H ay situaciones en nuestro país que ameritan mejores explicaciones. Una de ellas es el caso de doña María del Pilar Hurtado, hoy prófuga de la Justicia de su país. Esta señora recibe en nuestro país un trato igual al de un huésped oficial, amparada bajo la condición de asilo ‘político’.

No discuto el derecho de nuestro Órgano Ejecutivo de concederle asilo a doña María; presumo que existen fuertes y sesudas razones de Estado para mantenerle dicho estatus, a pesar de la orden de captura por actos criminales que pesa sobre ella en Colombia; razones que deben ser de tal magnitud que ameritan poner en riesgo nuestras históricas buenas relaciones con Colombia. Lo lamentable es que no se dan buenas explicaciones, solo que se mantiene el estatus y punto.

Sin embargo, cuando están en juego nuestra imagen y reputación internacional y más aún, cuando están en peligro nuestras buenas relaciones con Colombia, los panameños tenemos todo el derecho de conocer las razones que justifican su presencia en nuestros lares, aunque al menos sea para poder respaldarlas ante las eminentes críticas internacionales que surgirán indudablemente. Es razonable solicitar explicaciones sobre el porqué del discutido asilo y, sobre todo, sobre los beneficios que recibimos los panameños por concederle el privilegio de permanecer en nuestro país. La ausencia de buenas explicaciones solo engendra conjeturas y suspicacias.

Por el otro lado, doña María en un gesto de hidalguía y valentía debiera voluntariamente entregarse a la Justicia de su país y demostrar su inocencia y no contribuir a dañar nuestras relaciones con Colombia, estoy seguro de que con el Estado de Derecho que hoy existe en su país y la publicidad mundial que ha recibido su caso, el gobierno colombiano velará por su integridad física.

Háganos el favor, doña María, váyase de Panamá, se lo agradeceremos como un noble gesto; su aun inexplicable permanencia aquí solo dará como resultados nuestro desprecio y repudio.

La construcción de la Torre Financiera, condenada a pasar a la historia bajo el nombre de ‘la Tuza’, es otra de las situaciones que no han sido bien explicadas. No tengo ninguna duda de que sus promotores, arquitectos, financistas y funcionarios del MEF, todos bien capacitados, han encontrado buenas razones técnicas y financieras para tal monumental proyecto, pero mi consternación va por otros lados. Me preocupa la alta prioridad que se le concede al proyecto, cuando el país confronta otras necesidades sociales más apremiantes. ¿Por qué no dedicar esos recursos financieros para mejorar el suministro de agua?; ¿para revitalizar el Agro?; ¿para aumentar esfuerzos en reducir desigualdades sociales y niveles de pobreza?; ¿para la educación? Por el otro lado, ¿cómo se justifica la Tuza con el proyecto paralelo de una Ciudad Gubernamental?

Las respuestas a estas preguntas son lo que los panameños esperamos. No buscamos justificaciones financieras, que no dudamos existen, lo que queremos conocer son argumentos de política de Estado del tan alto interés social y beneficio general que compensen afectar el tráfico vehicular de una de las vías de circulación más vitales, como lo es la Cinta Costera; como también afectar el entorno físico y tranquilidad ambiental de dos de los hospitales más importantes del país. Ausencia de buenas explicaciones, igual que el caso anterior, solo produce conjeturas y malos pensamientos.

Por último, nada de lo que publican los WikiLeaks era desconocido a los panameños, si no lo sabíamos, lo sospechábamos, lo que sí es revelador es el grado de ingenuidad (por no usar otro calificativo vulgar más descriptivo) de nuestros políticos y gobernantes al confiar secretos y confidencias; solicitar consejos y aprobaciones, y buscar aceptación personal de los representantes diplomáticos estadounidenses. Lo realmente dramático es que los WikiLeaks demuestran el grado de influencia que tienen esos señores en nuestros asuntos internos y en cierta medida nuestro grado de sujeción. Da razón a considerarlos ‘Procónsules del Imperio’ como lo catalogan los izquierdistas.

Al final, son patéticas y ridículas las explicaciones de algunos de los afectados, quienes alegan en otras: que eran mentiras, que las conversaciones no tuvieron lugar, que son puros ‘bochinches’, que fueron mal interpretados o que era mala fe; pues, la gringa no gustaba de nosotros. Ante estas reacciones nos preguntamos; ¿qué interés tendrían los diplomáticos estadounidenses en mentir, en inventar chismes y en denigrar injustamente a personalidades criollas? Es difícil creer que diplomáticos como los que nos han enviado los Estados Unidos tengan dicho comportamiento. Sencillamente, señores afectados, aprendan la lección y no suelten la lengua; sean más prudentes cuando hablan con diplomáticos de otros países. Sus conversaciones no serán privadas. Ellos están obligados a reportarlas a sus gobiernos. Tengan esto siempre en mente: divulguen solo lo que quieren que se sepa en su capital.

*BANQUERO Y EX DIPLOMÁTICO.

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