• 25/05/2011 02:00

Charlatanería

El estrafalario personaje subió con un mugriento maletín al bus que recorría un polvoroso y agreste camino de la campiña mexicana. Tan p...

El estrafalario personaje subió con un mugriento maletín al bus que recorría un polvoroso y agreste camino de la campiña mexicana. Tan pronto se vio adentro, desplegó el accesorio de cuero y dejó ver varios envases de potingues, remedios, folletos y algunas otras cosas inimaginables.

Abrió la boca y empezó a hablar con locuacidad de abogado, aunque su referente era la seguridad de reducir o eliminar cualquier arruga, mancha, estría, verruga y otras imperfecciones epidérmicas con una crema de cola de serpiente cascabel, que abundan por esos lares y que con el característico ruido del crótalo, espantan a cualquier animal menor o individuo.

El vendedor ofreció una detallada exposición del proceso de confección del ungüento a partir de la extremidad del ofidio en cuestión y sobre los innegables resultados terapéuticos. Por casi una hora explicó, mostró pruebas, enseñó imágenes y argumentó con labia que convenció a los cansados viajantes, quienes en su mayoría adquirieron al menos un frasco; ‘pomo’, como dicen localmente.

Repentina oportunidad, incansable retórica, esperanzadora recompensa para los desprevenidos clientes ansiosos de respuestas. Estrategia que no falla y que con esta perorata de mercadeo, funciona en cualquier escenario. En el centro de Tegucigalpa, en la plaza, un ‘culebrero’ anuncia sus dotes con los reptiles y convida a comprar extractos para sanar males a la audiencia asombrada.

Este esquema no es actual; es tan viejo que Aristóteles lo analizó y teorizó en La retórica. Ese discurso que hoy todavía está vigente en diversas formas de comunicación y actividades en las esferas comerciales, religiosas, la publicidad y en la política. El pastor promete modificar la realidad de cualquiera que se acerque a su oferta envuelta en una historia en parábolas.

El oficioso que sirve claves de un zodíaco a través de la radio o televisión y convoca a un destino halagüeño o tenebroso para el incauto que no acierta a pensar que en realidad son tantas posibilidades como signos hay y números. Ahora, las propuestas vienen en cifras altas, medias y bajas, que obligan a la gente a comprar tres opciones para los sorteos dominical, intermedio o del ‘gordito’.

Igual con el ‘licenciado’ que recorre los campos el fin de semana, con el objetivo de captar las firmas para incluirlas en la lista del partido y volver la hoja de la realidad a esa población electoral. ‘¿Qué quieres, los materiales para terminar la casa, el camino, el puente, un puesto en el Gobierno con buen salario, becas para los hijos, aunque no tengan el ‘promedio’ mínimo? Solo anótate’.

El discurso político trabaja con condición de verosimilitud; es decir, que la exposición se parezca a la realidad; que ella sea creíble, no necesariamente debe ser verdadera. Así, surgen las consignas que funcionan, porque sintetizan; dan una visión relampagueante de aquello que ocurre con palabras pegajosas como miel, que suenan bien y aluden a las esperanzas.

El único problema de la retórica es que su lenguaje es hueco, es estructura que tiene un armazón, una arquitectura que no se sostiene racionalmente, sino a partir de la impresión que causa el discurso bien hilado, pero sin contenido que se adhiera a la verdad y que termina por agotarse, pues, por atender a la permanente necesidad de entusiasmar e impresionar al pueblo, pierde de vista la realidad en que se basa.

Llega un momento en que las consignas no alcanzan a explicar lo que por un tiempo han tratado de exponer con aparente lógica donde los juicios bien construidos apuntalaban los enfoques. Al hablar de la sociedad y sus problemas, hay que hurgar un poco más —quizás mucho más— adentro de la epidermis de esta corporación compleja que forma el Estado (res pública, como dirían los romanos).

Y no alcanza el discurso, porque los males actuales no se subsanan con afeites, que en su mayoría son preparados con agua, algo de alcohol, glicerina y alguna esencia perfumada. En el discurso charlatán hay elementos semejantes, emoción, el ‘dorar la píldora’, vaselina y hasta un poco de mentira si es útil aplicarla.

La tecnología permite ahora que la población pueda intercambiar sus propios mensajes en redes sociales, con el enfoque más realista, concreto y sin cosméticos; aunque para autores como Mattelart (Un mundo vigilado, 2009), también esconden peligros. Son otras reglas de comunicación que en los últimos tiempos han contribuido a modificar la realidad. Si no, ¿habrían sido posible los últimos cambios y revueltas, como en Egipto?

La época del discurso de bazar persa desapareció y los charlatanes ven reducidos los espacios, que se silencian como desiertos.

*PERIODISTA Y DOCENTE UNIVERSITARIO.

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