• 26/05/2011 02:00

Un nuevo Marruecos

M arruecos es probablemente el país que mejor puede hacer frente a las reformas que los ciudadanos árabes exigen en estos días a sus gob...

M arruecos es probablemente el país que mejor puede hacer frente a las reformas que los ciudadanos árabes exigen en estos días a sus gobiernos. La agitación social en la región ha encontrado que en Marruecos el rey Mohamed VI mantiene los ímpetus reformistas planteados hace 11 años al inicio de su reinado. Marruecos reúne las condiciones para culminar una transición sin sobresaltos hacia una democracia consolidada y participativa.

Los marroquíes tienen un mayor espacio de diálogo político y gozan de relaciones privilegiadas con Europa y Estados Unidos. Es el único país árabe vinculado desde 2008 con la Unión Europea mediante un Estatuto Avanzado inspirado en las reglas que rigen a otros socios privilegiados como Islandia, Liechtenstein, Noruega y Suiza.

Marruecos, al mismo tiempo, mantiene una relación especial con Washington en virtud de tratados comerciales y estratégicos. La Unión Europea y Estados Unidos han elogiado las reformas económicas y políticas impulsadas por Mohamed VI. Contrario a sus vecinos árabes, en Marruecos las reformas estructurales son el resultado de acuerdos entre las distintas fuerzas políticas, los gremios sindicales y empresariales y la sociedad organizada con una monarquía que tiene 400 años de existencia y cuya legitimidad y capacidad de liderazgo no está en tela de juicio.

El soberano marroquí ha emprendido un proceso valiente y audaz. En sintonía con las demandas ciudadanas y ante el repudio unánime al atentado de finales de abril, que causó 17 muertos en Marrakech, Mohamed VI interpretó el rechazo al terrorismo y la urgencia por profundizar las reformas. Está claro que el objetivo del atentado era frenar el proceso democrático.

La revisión integral del texto constitucional reforzará el principio de separación y equilibrio de poderes, garantizará elecciones libres y transparentes, dará vigencia al reconocimiento pleno de los derechos humanos, la libertad de expresión, la independencia de la justicia, el imperio de la legalidad y la igualdad ante la ley. También contemplará un mayor papel de la mujer en cargos de elección popular e impulsará la moralización pública para someter a las autoridades al control ciudadano y la rendición de cuentas.

Bajo la figura de Consejos Regionales, se crearán parlamentos autonómicos elegidos por votación directa, que ejercerán el cargo de presidentes de los gobiernos locales con poder ejecutivo. La regionalización, que forma parte de la iniciativa autonómica para el Sahara, lanzada por Marruecos hace cuatro años, constituye una vía realista para la solución del diferendo sobre el Sahara que mantiene enfrentados a Rabat con el Frente Polisario y Argelia.

El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas saludó hace unas semanas la instauración por parte de Marruecos de un Consejo Nacional de Derechos Humanos con una antena en el Sahara y reconoció el compromiso de Rabat de recibir representantes del Consejo de los Derechos Humanos de la ONU. La máxima instancia política de la ONU prorrogó hasta abril próximo el mandato de su misión en el Sahara y por primera vez demandó a Argelia —que se rehúsa a hacerlo— cumplir con sus obligaciones y realizar un censo de los refugiados en los campamentos establecidos en el Sur de su territorio.

En la víspera de una nueva ronda de conversaciones entre Rabat y el Polisario, la comunidad internacional reconoce que Marruecos ha presentado una propuesta creíble, responsable y seria para conceder autonomía a las provincias del Sahara. Argelia y el Polisario, por su parte, instrumentalizan el conflicto sin presentar aproximaciones renovadas. Los militares argelinos siguen amarrados al pasado y para desestabilizar, debilitar y marginar el proceso negociador manipulan al Polisario, que cada vez se enreda más en la corrupción, la falta de liderazgo y el inmovilismo.

El creciente retorno de dirigentes y prominentes figuras del Polisario hacia Marruecos, también tiene sus repercusiones en el contexto de la propuesta autonómica. El flujo debilita al Polisario, tiene efectos en la estructura interna y refuerza ante la comunidad internacional la tesis de la autonomía.

Mientras en Marruecos hay un proceso de reformas en marcha que los ciudadanos piden que se profundice y se intensifique, en Argelia prevalece un régimen autoritario con escasas libertades públicas y limitadas posibilidades de maniobra. Mientras Rabat lleva tiempo avanzando en el camino pacífico de los cambios estructurales, Argel enfrenta el grave riesgo de la violencia y de una fractura social y política.

La nueva generación de reformas económicas y políticas no deja dudas de que Marruecos reconoce que la democracia sigue siendo el mejor sistema político, no solo para garantizar la libertad sino también la seguridad de sus ciudadanos, incluyendo los habitantes de las provincias del Sahara.

*PERIODISTA Y DOCENTE UNIVERSITARIO.

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