• 29/06/2011 02:00

La importancia de las cosas importantes

Las excavaciones llevadas a cabo para la ampliación del Canal de Panamá han descubierto indicios de que nuestro istmo existe desde hace ...

Las excavaciones llevadas a cabo para la ampliación del Canal de Panamá han descubierto indicios de que nuestro istmo existe desde hace veinte millones de años o más. Si a estos descubrimientos recientes les sumamos la portentosa inmensidad del espacio sideral, me parece apropiado hacer un alto en nuestro diario bregar para reflexionar sobre cómo estas dos realidades deberían influenciar nuestro comportamiento y nuestras relaciones sociales. No se trata de dogmas de fe; son realidades científicamente comprobadas.

Veinte millones —20,000,000— de años y ya había vida vegetal y animal en el Istmo. ¿Podemos imaginarlo? El promedio de expectativa de nuestra propia existencia ronda apena por los 75 años. Pensamos que un siglo es mucho tiempo y qué decir de un milenio. La Era Cristiana tiene apenas dos milenios, Roma se fundó hace tres, pero veinte millones de años equivalen a 20,000 milenios. Difícil concebirlo.

Otra realidad que desafía nuestra imaginación es la inmensidad del cosmos y las distancias entre galaxias, planetas y estrellas. El Sistema Solar, que es parte de la Vía Láctea, es todavía explorado por una sonda lanzada en 1977 que tardará 193,000 años más para llegar hasta una estrella lejana del Sistema, navegando a 15 kilómetros por segundo. En contraste con el resto del cosmos, la dimensión de nuestra minúscula Tierra no equivaldría siquiera al tamaño de un átomo. Y si pequeño es nuestro planeta, cuánto más pequeños somos los seis mil millones de seres que lo habitamos.

Ante la dimensión sobrecogedora del espacio sideral que nos empequeñece y ante el insignificante instante de nuestra presencia en la historia del planeta, me pregunto: ¿cuáles serían las cosas importantes que deberían ocupar nuestra atención en este pequeño mundillo terrenal?

Lastimosamente somos muy dados a malgastar energías y perder el tiempo en asuntos intrascendentes, persiguiendo objetivos efímeros. Pequeñitos como somos, buscamos el poder temporal para sentirnos superiores mientras nos dure; con tan poco tiempo de vida, ansiamos la fama hoy para ser olvidados mañana. Atesoramos riquezas para hacer ostentación de ellas y si somos ricos, queremos ser más ricos sin importar lo que tengamos que hacer para lograrlo. Si somos políticos, lejos de servir a la gente nos aprovechamos del pueblo como excusa para beneficiarnos en su nombre. Si somos envidiosos, no descansamos ni dormimos en paz hasta ver sucumbir al pobre mortal que es blanco de nuestra envidia. No amamos a nadie, más que a nosotros mismos.

Con esas actitudes, perdemos tiempo y energías promoviendo peleas y discusiones estériles. Creamos atmósferas malsanas y alimentamos ambiciones torcidas. Inventamos complicaciones donde en realidad no las hay; hacemos un enorme problema donde no lo debe haber, otorgándole importancia a hechos que no lo merecen. Acusamos sin sentido, sin pensar en el daño que podemos causar a reputaciones impolutas. El fin justifica los medios en un ambiente distorsionado y enfermizo que olvida nuestra propia pequeñez. Con nuestro marcado egoísmo y sin ninguna justificación válida, nos deleitamos poniéndole tensión a toda la comunidad. ¿De qué manera le afecta al panameño de a pie la reciente competencia por la presidencia de la Asamblea Nacional? Aunque la intención pareció ser el mantener a la ciudadanía en vilo, olvidaron que al resto del país ni le va, ni le viene y la mayoría observa el conflicto con displicencia y apatía.

Nuestra propia pequeñez y nuestra brevísima presencia en la historia del globo terráqueo deberían inducirnos a aprovechar el tiempo dándole importancia a las cosas que realmente la tienen, sin malgastar esfuerzos en nimiedades carentes de valor. El desarrollo integral del individuo, sus principios morales, su educación y cultura, su salud, su felicidad, la estabilidad y soporte de una familia unida, son objetivos genuinos dignos de ser defendidos. Pero muchos se obsesionan con luchas intestinas que destruyen; se afanan por seguir un espejismo pasajero que sólo sirve para alimentar egos. Deberíamos respetar la jerarquía de las cosas que son realmente importantes, dejando de lado tantos conflictos estériles. Tendríamos así, Dios mediante, un verdadero cambio para lograr un Panamá mejor que pudiese durar —saludable— veinte millones de años más.

*EX DIPUTADA DE LA REPÚBLICA.

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