• 29/10/2011 02:00

Dios, ciencia y moralidad

PLANIFICADOR JUBILADO.. M i artículo ‘Moral cristiana y ateísmo’ publicado en La Estrella, el 11 de octubre 2011, no tenía la intención...

PLANIFICADOR JUBILADO.

M i artículo ‘Moral cristiana y ateísmo’ publicado en La Estrella, el 11 de octubre 2011, no tenía la intención deliberada de ofender ni calificar de inmoral a las personas con creencia atea. El énfasis sobre moral y ética cristiana apuntaba a su relevancia histórica en el desarrollo de la civilización occidental. Moralidad se ha convertido en un asunto complicado en este mundo multicultural en que vivimos, mostrando una considerable degradación en las últimas décadas al ser reemplazadas leyes de moral cristiana por el hedonismo sexual, y ver torcer otras leyes importantes para acomodar el deseo innoble de diversos grupos de intereses especiales. Si no podemos ver la anarquía resultante, moramos dentro de un hoyo negro espiritual.

En cuanto a la religión católica y sus prelados, ¿qué bien puede derivarse de denigrar a individuos que encuentran valores en la religión? A propósito, ¿qué alternativas nos ofrece la ciencia en cuanto a orientación moral? ¿Qué pasaría si separáramos la religión de la sociedad? Es imposible saber cómo sería la moralidad sin religión, y dudo mucho que la ciencia, el naturalismo y el ateísmo pudieran llenar el vacío y convertirse en inspiración ética.

En La Prensa del 11 de octubre, 2011, el señor Rubén Lachman, en réplica a mi artículo dice que los pueblos más incultos y pobres son los que creen en Dios, y que los ateos no buscan explicación de cómo llegamos aquí en brujerías, sino en la teoría del Big Bang.

Varios son los científicos y bioquímicos que han intentado sin éxito calcular la posibilidad de que la vida se originó de la nada naturalmente a través de procesos no—inteligentes.

Los ateos han aceptado sin razonar la teoría del Big Bang, aún cuando sus postulados violan varias leyes naturales: Viola la primera y segunda ley de termodinámica; las leyes de conservación y disipación de la energía, que dice que la materia ni se crea, ni se destruye, solo se transforma.

La creencia atea en la evolución de la especie viola la ley de la bio—génesis, que dice que la vida proviene solo de una vida preexistente y se perpetúa en su propio tipo, descartando que hemos evolucionado de invertebrados, reptiles, simios a hombre. La evolución falla en explicar la existencia de tanta data en perfecto orden en los genes y cromosomas del organismo unicelular más simple. Hay cientos de miles de genes en cada célula. No hay manera de que un proceso al azar pueda organizar tanta data masiva. Según los científicos, la posibilidad matemática de que un cuerpo humano sea formado accidentalmente es la misma que la de una explosión en una imprenta que pueda formar un diccionario.

Es obvio para todo cristiano el diseño exclusivo de la Tierra por un diseñador supremo para sustentar la vida. La Tierra está posicionada en la distancia exacta del Sol para recibir la cantidad apropiada de calor que sustenta la vida; cualquier cambio apreciable en la rotación haría imposible la vida. Si fuera más lenta toda la vida vegetal se quemaría de día y se congelaría de noche; La Luna gira alrededor de la Tierra a distancia pre—determinada ocasionando las mareas. Si estuviera más alejada, los continentes estarían sumergidos; el grosor de la capa terrestre y profundidad de los océanos están cuidadosamente diseñadas. Un aumento de grosor o profundidad alteraría drásticamente la absorción del oxígeno y dióxido de carbono que hace posible la vida; la capa de ozono actúa de escudo protector contra la radiación ultravioleta letal protegiendo la vida, mientras la atmósfera nos protege de unos veinte millones de meteoritos; somos bendecidos con abundante provisión de agua, clave para la vida, etc.

Tales combinaciones perfectas y complejas de condiciones interrelacionadas y esenciales para la vida, sin duda apuntan hacia un diseño con propósito. El creer que tal sistema complicado de soporte a la vida, bien planificado y balanceado es al azar, es realmente absurdo.

La ciencia sencillamente va descubriendo nuevos panoramas de creciente complejidad, todos adornados con las huellas de Dios, esperándonos justo allí en nuestro horizonte intelectual limitado.

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