• 19/02/2012 01:00

Desarrollo económico vs catástrofes ecológicas

Desde el descubrimiento y colonización de nuestro continente las potencias de esa época centraron su avidez en el saqueo y la extracción...

Desde el descubrimiento y colonización de nuestro continente las potencias de esa época centraron su avidez en el saqueo y la extracción de sus recursos naturales, por lo que la explotación minera en estas tierras no es un problema nuevo.

Para nosotros, la cuestión es que aún en nuestros tiempos la misma persiste y la minería, negocio de inmensas transnacionales, se ha transformado en uno de los principales mecanismos de inversión extranjera en Centro y Suramérica, suscitando imponentes impactos en las áreas de comunidades indígenas, afrodescendientes y campesinas.

El inconveniente parece estribar, quizás, en lo expresado gráficamente por el escritor uruguayo Eduardo Galeano en su libro Las Venas Abiertas de la América Latina, cuando irónicamente enuncia que en la división internacional del trabajo hay dos lados: ‘en uno de ellos, algunos países se especializaron en ganar, y en el otro los que se especializaron en perder. Nuestra comarca del mundo, que hoy llamamos América Latina, fue precoz: se especializó en perder’.

Efectivamente, generalmente los excedentes de la actividad minera los acaparan las transnacionales y, frecuentemente, los costos de su explotación no incluyen la reposición de los daños ambientales que la misma ocasiona.

A principios del presente siglo la región de América Latina era el destino más dinámico para la inversión minera internacional, al absorber aproximadamente el 30% de los flujos totales. Sin embargo, también era la zona donde se registró un tercio de la deforestación mundial, concentrando el 22% de los bosques nativos, o sean 860 millones de hectáreas con las catástrofes ecológicas que el hecho representa.

Para ser equitativo, considero importante señalar que existe un paradigma alternativo de juicios exitosos en el panorama universal, como los casos de Canadá y Australia, incluyendo países de América Latina, tales como Chile, Perú y Brasil con fuerte tradición minera. Asimismo, me resulta imprescindible indicar que existen riesgos que la actividad minera representa para el crecimiento económico, aunque en los países indicados, que cuentan con entornos macroeconómicos adecuados, les han permitido neutralizar los posibles efectos nocivos de las oscilaciones de los precios internacionales de los productos básicos.

Por otra parte es ineludible resaltar que el impacto económico final de la minería depende de otros aspectos del país, algunos de los cuales nuestra nación no parece cumplir, y que son axiomáticos para lograr el desarrollo deseado. Sólo por citar algunos, atributos tales como: la calidad de sus instituciones, la idoneidad de sus políticas macroeconómicas, las políticas adoptadas en cuanto a la formación de capital humano y de desarrollo tecnológico y los preocupantes niveles de corrupción. De la misma manera, lo ideal sería el desarrollo de la actividad con recursos propios y con la participación de las comunidades interesadas.

Como es mi costumbre, el propósito de estas reflexiones no es el de alimentar una polémica que ha ya alcanzado niveles sumamente preocupantes; mi intención es sólo la de compartir algunas nociones aprendidas en mi participación en las negociaciones y la evaluación de múltiples proyectos de desarrollo durante los 18 años como Miembro de la Junta Ejecutiva y del Comité de Evaluación del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola, para que sirvan como elementos de debate y/o discusión.

En mi opinión, antes de decidir sobre las concesiones mineras se debe ponderar atentamente si para el país sea más conveniente emprender el camino de su desarrollo económico mediante esta actividad o correr el riesgo del envenenamiento y agotamiento de importantes fuentes de agua, la deforestación y el desvío del uso agrícola de la tierra o de otros efectos perversos que comprometan nuestro importante patrimonio ecológico. Sobre todo porque, aunque mucho se promulga sobre las expectativas de los presumibles provechos que generarían los recursos mineros nacionales, en realidad, en opinión de los expertos, sólo unos cuantos yacimientos están en condiciones de aventajar las conveniencias de capital que nos ofrece el Canal de Panamá, pero a riesgo de afectar nuestro valioso Corredor Biológico Mesoamericano. Por lo tanto, es importante recordar que ‘todo en la vida tiene su medida’ o que ‘los mejores dulces tienen su pizca de sal’.

A tal propósito, cabe recordar que hoy en América Latina existen de más de 2100 empresas en sus países, extrayendo principalmente de tierras indígenas todo lo que pueden, sea oro, plata, cobre, niobio, hierro, manganeso o titanio y que, asimismo, actualmente, América Latina es escenario de 155 conflictos mineros, involucrando a 168 proyectos en 205 comunidades.

Todo esto, sin considerar el inalienable derecho de los pueblos indígenas a vivir en sus territorios de manera adecuada a su idiosincrasia y ancestrales costumbres.

MÉDICO VETERINARIO, EXPERIENCIA DIPLOMÁTICA FAO, IFAD, WFP.

Lo Nuevo