• 02/07/2012 02:00

¿Qué piensa la juventud de la política?

S emanas atrás, a meses de cumplir mis cincuenta años de graduado del Colegio La Salle, fui invitado a departir mis experiencias con los...

S emanas atrás, a meses de cumplir mis cincuenta años de graduado del Colegio La Salle, fui invitado a departir mis experiencias con los estudiantes de la clase graduanda de este año. Los contactos con la gente joven son gratificantes, porque siempre se aprenden muchas cosas. Sentí lo mismo cuando impartía mis clases por 34 años seguidos en la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad de Panamá.

Les hablé de mis más de 45 años en las lides políticas, iniciadas en mi último año de escuela secundaria, algo inverosímil en ese tiempo, y ni pensarlo hoy, cuando, como comprobé, existe un repudio total a todo lo que huela a política; se sienten que no hay ningún lugar donde ir. Con los recientes acontecimientos, a la excelsa actividad hasta ya la relacionan con drogas, tumbes, narco y todas esas yerbas aromáticas; ya los medios abiertamente dan detalles de los seis diputados involucrados en esa ilícita actividad. Para esos muchachos y muchachas que pronto se inician en la vida universitaria el ejemplo que le da la clase política hoy es verdaderamente lamentable y deprimente, hiede: corrupción, incapacidad, mediocridad, poca capacidad y preparación, chabacanería, vulgaridad, ordinariez... La han convertido en el ‘bisnes’ propio de un mercado persa: todo se factura y se cobra, hasta los votos que emiten para aprobar una ley o para no hacer quórum un día o evitar una citación a un funcionario.

Para ellos, hablarles de mi experiencia en estas lides fue algo que no conocían, porque no se imaginan que en el país ha habido gente seria metida en la política y que hicieron carrera allí. Les hablé de la Democracia Cristiana, de cómo nos formábamos; de la mística que teníamos; donde se hacía política sin cobrar un céntimo; de las veces que estuve preso por mis pensamientos políticos. Donde a dirigentes como Ricardo Arias Calderón o Carlos Iván Zuñiga nunca se les ocurrió aspirar a un cargo público para allí lucrarse de él, nombrando a toda su parentela en el gobierno y sacando ventaja de cuánto contrato público se diera. Recuerdo que en el ‘84 donde el PDC obtuvo cinco legisladores (hoy diputados) hasta sus suplentes eran de lujo (Isaura Salazar de las Casas, Moisés Barlett, Raúl Arias de Para, Mary Alfaro, Iván Romero, Noris Clavel de Brea, Camilo Brenes por mencionar algunos).

Uno de los asistentes me preguntó sobre los que en ese momento aspiraban a la Presidencia de la Asamblea. (Cuando este artículo salga publicada ya pasó la elección). Les dije que uno de ellos había sido batallonero, lo cual me permitió explicarle todo aquello de los Batallones de la Dignidad y el terror que propagaron en la ciudadanía. El otro, les explique, debe tener algún título en agricultura, porque es un enamorado de las ferias libres, aunque casi nunca asiste a la Asamblea. Los muchachos se rieron.

Estuve en la Asamblea en dos períodos: en tiempos de dictadura, compartiendo con valiosos elementos del PRD como Luis Navas, Hugo Giraud, Alfredo Oranges, Camilo Gozaine y Raúl Montenegro. En ese período existía el PALA, dirigido por el cuñado de Noriega, Ramón Sieiro y por ese partido fueron electos Mayín Correa y Arturo Vallarino, que después vieron la luz y le dieron la espalda a sus antiguos aliados, saltando la talanquera, como dicen en Venezuela. Fueron tiempos duros para los cinco del PDC: Raúl Ossa, Carlos Arellano Lennox, Bertilo Mejía, Jorge Montemayor y yo. No nos daban tregua, pero tampoco nosotros se las dábamos. Fue una lucha desigual, pero que al final, con el apoyo de muchos panameños, la ganamos.

Me percaté ese día de que estamos creando una generación apática; que le hiede todo lo que sea trabajar en el gobierno, porque allí no llegan los mejores y más calificados. Una generación que permitirá que se sigan entronizando en el poder público los que poco les interesa que el país se fortalezca, porque más importante es llenarse los bolsillos que entender que el llegar a gobernar es para servir a los demás y no para servirse uno mismo. El futuro lo veo aciago: serán más los maleantes que aspirarán a diputados, alcaldes y concejales. Seguirán saqueando al país. Las futuras generaciones tendrán tiempos difíciles.

POLÍTICO Y ABOGADO.

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